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Despertada su curiosidad como científico, nuestro médico busca respuestas y estudia los trabajos de investigación de Albert Einstein, pues es con la física cuántica donde la teoría de la relatividad apunta hacia una realidad del espacio y del tiempo diferentes, y enlaza el origen del Universo de la mano del otro genio, Stephen Hawking, astrofísico y físico, con lo que después se conocerá como Big Bang, esta gran explosión expansiva y liberadora de una energía que tiene su fuente en el punto más lejano de los llamados agujeros negros.

Centrados en nuestro objetivo, el primer gran punto es que el tiempo no se conjuga como nosotros lo hacemos, con un pasado y un presente; esa es una realidad falsa, solo hay un tiempo, el presente, y es un presente eterno. El siguiente elemento es la energía, la cual, a diferencia de la materia, no tiene ni principio ni final, sino que se transforma. Así pues, la física cuántica concluye señalando que todo es energía, la cual emana de una fuente infinita de energía que es el universo holístico, es decir, la doctrina que declara la concepción de cada realidad como un todo, diferente de las partes que lo componen, una composición gigantesca de millones y millones de átomos de energía, todos iguales en tamaño, forma y color.

Nuestro médico identifica la presencia de este átomo como un elemento presente en todo ser humano y lo define como la supraconciencia, teoría con la cual explica esas múltiples experiencias de los pacientes clínicamente muertos que la medicina logra reanimar. Es la vida después de la vida, transformada en energía, este átomo disociado del cuerpo, en este contexto de espacio y tiempo de un presente eterno, es el que se comunica con los otros átomos, familiares ya fallecidos, abuelos, abuelas, padres, madres, hermanos… que nos han precedido en esta transformación.