pentecostes

Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual. Sin el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo. ¿Cómo no gritar con fuerza: «¡Ven, Espíritu Santo!»? Ven a tu Iglesia. Ven a liberamos del miedo, de la mediocridad y de la falta de fe en tu fuerza creadora.

Según la tradición bíblica, el mayor pecado de una persona es vivir con un «corazón cerrado» y endurecido, un «corazón de piedra» y no de carne: un corazón obstinado y torcido, un corazón poco limpio. Quien vive «cerrado», no puede acoger el Espíritu de Dios ni dejarse guiar por él. Cuando nuestro corazón está «cerrado», nuestros ojos no ven y nuestros oídos no oyen. Vivimos separados de la vida, desconectados. El mundo y las personas están «ahí fuera» y yo estoy «aquí dentro». Una frontera invisible nos separa del Espíritu de Dios que lo alienta todo; es imposible sentir la vida como la sentía Jesús. Sólo cuando nuestro corazón se abre, comenzamos a captarlo todo a la luz de Dios.

Pablo de Tarso formuló de manera atractiva una convicción que se vivía entre los primeros cristianos: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5,5). Lo decisivo es abrir nuestro corazón. Por eso, nuestra primera invocación al Espíritu ha de ser ésta: «Danos un corazón nuevo, un corazón de carne, sensible y compasivo, un corazón transformado por Jesús». En esta celebración de Pentecostés pedimos al Señor, por intercesión de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, saber abrir las puertas de nuestro interior de par en par para descubrir y acoger al Espíritu Santo prometido por Jesucristo a su Iglesia.