No hace mucho leíamos en la Misa un fragmento del libro de la Sabiduría que siempre me ha dado mucho que pensar:

Escuchad, reyes, y entended; aprended gobernantes de todo el mundo; poned atención vosotros que domináis multitudes y presumís de gobernar a muchos pueblos. El Señor, Dios altísimo, os ha dado poder y autoridad; él examinará vuestras obras e investigará vuestras intenciones, porque, estando al servicio del reino de Dios, no habéis juzgado con rectitud ni habéis cumplido la ley ni os habéis portado según la voluntad de Dios. El Señor vendrá sobre vosotros de manera terrible y repentina, porque él juzga con severidad a los poderosos. De los humildes tiene compasión y los perdona, pero a los fuertes les pedirá cuentas con rigor. él es Señor de todos y no tiene preferencias por ninguno ni siente miedo ante la grandeza. él hizo a los grandes y también a los pequeños, y se preocupa de todos por igual; pero a los poderosos los examina con mayor rigor. Esto os lo digo a vosotros, gobernantes, para que adquiráis sabiduría y no perdáis el camino. Los que cumplen santamente las santas leyes serán contados entre el pueblo santo; los que se dejaron instruir por ellas tendrán cómo defenderse. Tened, pues, vivos deseos de mis palabras; buscadlas con avidez y recibiréis instrucción. (Sabiduría 6, 1-11)

¿Qué pensar de quienes nos gobiernan a la luz de los que nos dice la Palabra de Dios? Y ellos, ¿qué dirían? Lo primero que se me ocurre es que nuestros gobernantes no están por encima del bien y del mal y que ellos también se presentarán ante Dios el día del Juicio para dar cuentas de su vida y su gestión.

En un mundo en que los gobiernos con frecuencia quieren marginar a Dios de la vida pública y elaboran y aprueban leyes arbitrarias, elaboradas más para satisfacer el espíritu individualista y los caprichos egoistas que para regular y hacer posible el bien común, no estará de más leer y recordar estas palabras, convertirnos y orar por la conversión de quienes tienen la responsabilidad grave de organizar y dirigir la vida pública mediante un gobierno prudente y sabio.

Los poderosos de la tierra podrán actuar de manera prepotente y usar métodos dictatoriales, querer someter y negar el derecho de objeción de conciencia, pero es preciso que recuerden que

él es el Señor de todos y no tiene preferencias por ninguno ni siente miedo ante la grandeza. él hizo a los grandes y también a los pequeños.

Ha habido personas verdaderamente cristianas que se han santificado en la vida política y en la gestión de la sociedad: san Vladimiro, san Esteban de Hungría, san Fernando, santo Tomás Moro y, en fechas recientes, Konrad Adenauer o Alcide de Gasperi. ¿Dónde están ahora sus sucesores?

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