La Sagrada Escritura menciona cuatro momentos que fueron muy importantes en la vida de san Pedro y que le marcaron profundamente: la llamada de Jesucristo a seguirlo (Lc 5,1-11), la confesión de fe en Cesarea de Filipo (Mt 16,13-28), las negaciones antes de la Pasión del Maestro (Mt 26,69-75; Mc 14,66-72; Lc 22,54-62; Jn 18,15-18.25-27) y la restitución de la confianza por parte del Salvador (Jn 21,15-19).
Poco podía imaginar aquel pescador del Mar de Tiberíades que un día se encontraría con Jesús y que este encuentro cambiaría su existencia para siempre. Jesús salió a predicar en la playa y pidió permiso a Pedro para subir a su barca y poder hablar mejor a la gente; después sucedió el episodio de la pesca milagrosa en el que Pedro reconoció su pequeñez e indignidad y Jesús le dijo cuál sería su misión a partir de aquel momento: «Desde ahora serás pescador de hombres».
El tiempo fue avanzando y Jesús se hallaba en el punto medio de su ministerio público. El Maestro había recibido muchas adhesiones, pero otros lo habían abandonado, por eso, Jesús quiere que sus discípulos le hablen acerca de la opinión de la gente y de ellos mismos sobre su persona. Después de expresar los discípulos diversas apreciaciones de la gente, la respuesta de Pedro viene enseguida: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Esta confesión le valió a Pedro recibir el ministerio principal entre los apóstoles de la Iglesia de Cristo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi Iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo».
Pero, a pesar de su amor sincero a Cristo y su ardor por anunciar el Reino de Dios y acompañar al Maestro en la Pasión, Pedro desfalleció y negó por miedo al Salvador; un momento que el apóstol vivió con gran tristeza y amargura.
Sin embargo, Jesús no dejó hundirse a Pedro en la desesperación, sino que le devolvió la confianza. En el contexto de una nueva pesca milagrosa le preguntó por tres veces si de veras lo amaba, tres preguntas que reparaban las tres negaciones y que confirmaron de nuevo a Pedro en la misión que Jesús le había encomendado al principio. Ya antes de la Pasión, Jesús le dijo a Pedro que, a pesar de su defección, continuaría confiando en él: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes» (Lc 22,31-32).
También Jesús nos llama a cada uno de nosotros y nos da una misión, también nos perdona y nos restablece cuando caemos y somos pecadores, también nos devuelve la confianza, ¿cómo respondemos entonces nosotros al Señor?