El 5 de enero se cumplían diez años desde que nos dejó Rosa Deulofeu para ir a la Casa del Padre, después de una larga enfermedad que ella supo llevar con fortaleza y confianza en el Señor.

Rosa Deulofeu González había nacido en Barcelona el 29 de abril de 1959. Fue Delegada de Juventud de la Arzobispado de Barcelona desde el año 1991 hasta prácticamente la fecha de su muerte e hizo una muy buena tarea a lo largo del tiempo que ocupó este cargo al servicio de la Iglesia. Es en este tiempo que la conocí y tuve ocasión de tratarla en muchas ocasiones. Desde hacía años, a quien conocía era a su hermano, Mn. Antoni Deulofeu, presbítero de nuestra diócesis, puesto que habíamos sido compañeros de Seminario y de la Facultad de Teología.

Prácticamente toda su vida, Rosa estuvo al pie del cañón. La enfermedad se le manifestó cuando preparaba con la Delegación de Barcelona el Encuentro Mundial de la Juventud con el Papa Juan Pablo II en Madrid, en el aeropuerto de Cuatro Vientos los días 3 y 4 de mayo de 2003. A pesar de que ya empezaban a manifestarse los primeros síntomas, ella quiso participar del encuentro y alentar a los jóvenes de la archidiócesis de Barcelona con su alegría, su esperanza y la su ilusión contagiosa. Muy pocas personas sabían entonces de su enfermedad, la cual se dio a conocer después del encuentro.

Son muchas las anécdotas y vivencias comunes que podría explicar de ella, especialmente cuando tuvimos que preparar actividades con-juntas el tiempo que yo era vicario de Capellades y después de Corpus Christi, en Barcelona, sobre todo los Aplecs de l’Esperit; pero esto me llevaría a tener que escribir mucho y alargarme demasiado; sólo destacaré que en ella siempre se aliaban la fe y la alegría con una generosa dedicación y capacidad de trabajo. Podemos decir que Rosa estaba dedicada en cuerpo y alma a la evangelización de los jóvenes, para los cuales siempre fue una gran maestra con un talante humilde y efectivo de acompañante.

El libro que se ha escrito sobre ella, Rosa, la sonrisa de la fe, recoge muchos testimonios escritos por ella misma que nos la presentan como una mujer firme, de intensa plegaria y fe profunda. Rosa Deulofeu es para todo el mundo, y especialmente para los jóvenes, un ejemplo excelente de una cristiana seglar, consecuente con su fe y profundamente enamorada de Jesucristo, a quién consagró toda su vida. Su proceso de canonización sigue adelante; que ella, desde el cielo, nos ayude a nosotros, sus hermanos en la fe, que todavía andamos aquí en la tierra, a hacer visible y presente el Reino de Dios por el cual ella tanto trabajó. Con agradecimiento a Dios, nos acogemos a su intercesión.

Leave your comment