La catequesis es uno de los pilares de la vida de la Iglesia. En Hechos 2,42, se nos dice que los primeros cristianos «eran constantes en la enseñanza de los apóstoles». A lo largo de la historia, la enseñanza apostólica se ha desarrollado a través de tres canales: la Predicación, la Catequesis y el Magisterio de la Iglesia. Por todo ello, debemos entender que la catequesis no es un hecho puntual reducido a la preparación -immediata o remota- de unos determinados sacramentos, sino un proceso de formación y crecimiento en el discipulado cristiano que nos involucra a todos.
La misión de la catequesis no es darnos una mera información, sino ayudarnos a vivir la fe para ser discípulos de Jesucristo más comprometidos cada día. Antes de volver al Padre, Jesús nos encargó:
Id, pues, a todos los pueblos y haced discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. (Mt 28,19-20).
De estas cuatro acciones, ¿cuál es la principal?
Ir se nos ha dado muy bien a lo largo de la historia; hemos ido a todas partes a predicar el Evangelio, la Iglesia ha establecido misiones y ha llevado el mensaje de Jesucristo a los lugares más remotos del mundo. Bautizar lo hacemos muy a menudo, incorporando nuevos miembros a la Iglesia; hemos bautizado a lo largo de la historia hombres y mujeres de toda edad, condición social, nacionalidad y cultura. Enseñar se nos da bien igualmente, puesto que la Iglesia ha creado en todo el mundo una eficiente red de escuelas y da a la Catequesis una gran importancia. Pero, ¿qué decir de Hacer discípulos? ésta es la acción más importante y la que da sentido a las demás: vamos, enseñamos y bautizamos en función de hacer discípulos de Cristo, y esto es quizás lo que nos cuesta más. Vamos, enseñamos y bautizamos, pero a la vez nos preguntamos dónde están los discípulos. No nos movemos para conocer otros sitios; no bautizamos para hacer ceremonias y fiestas y agregar gente en la Iglesia de modo nominal; no enseñamos sólo para tener un cúmulo de conocimientos. Todo eso lo realizamos para hacer discípulos que tengan una relación personal, vital y profunda con Jesucristo. Esta es la finalidad de la catequesis, y llegar hasta requiere todo un proceso. Por eso, el proyecto catequético de la Iglesia busca alcanzar a todos: niños, adolescentes, jóvenes y adultos, en una catequesis abierta a todos y entendida como un proceso de crecimiento y maduración. No podemos entender la catequesis como clases que duran dos años para prepararse a la primera comunión -algo que, por otra parte, pocos saben de que se trata en realidad-. Si de veras queremos ser cristianos, debemos tomarnos seriamente la catequesis, como los primeros cristianos, que eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles, para vivir en comunión con Jesucristo y convertirnos en verdaderos discípulos suyos.