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La predicación de Juan Bautista tuvo un eco inmediato en un grupo de hombres de buena voluntad que primero le siguieron a él y después se hicieron discípulos de Jesús. De ellos se destacan Andrés y el discípulo amado, que la tradición identifica con Juan Evangelista. Los Evangelios han puesto de relieve el magnetismo del Bautista y su capacidad de atracción. Personalmente, Juan no se unió al grupo de discípulos de Cristo, dado que su misión era prepararle el camino y ya estaba llegando a término, con el final mismo de su vida.

Parece como si la iniciativa de seguir a Jesús partiera de los dos discípulos, pero en realidad es Dios quién los ha atraído hacia Él a través de la predicación de Juan Bautista y de la inquietud interior que ha depositado en sus corazones. La pregunta «Maestro, ¿dónde vives?» expresa algo más que una simple curiosidad. Manifiesta una inquietud, un deseo de avanzar. Podemos creer que Andrés y Juan habían quedado cautivados por Jesús cuando el Bautista se lo presentó, y más todavía quedaron cuando permanecieron con Él. Hay encuentros que marcan para siempre; el hecho que se consigne la hora -«Serían las cuatro de la tarde»-, quiere decir que este acontecimiento fue decisivo y no se podía olvidar. Cuando hemos conocido a alguien que significativo para nosotros, tendemos a recordar el primer momento en que nos encontramos con él y se nos quedan grabados en la memoria muchos detalles que en otras circunstancias pasarían desapercibidos. Así fue la experiencia de aquellos dos primeros discípulos con Jesús.

La fe es una respuesta de amor a la llamada de Dios, que siempre es el primero en amar. Nosotros somos también discípulos de Jesucristo, por eso podemos debemos preguntarnos cómo y cuándo lo hemos conocido, qué impacto causó en nosotros y qué significa para nuestra vida el hecho de conocerlo. Estas preguntas son importantes para nosotros, ya que la mayoría hemos recibido la fe cristiana por tradición, y eso puede hacer que nuestra fe acabe en la rutina y no le demos su justo valor. ¿Qué significa para mí vivir en comunión con Jesucristo? Podríamos responder haciendo una extensa exposición; pero es mejor que dejemos al Espíritu Santo que nos ayude a descubrirlo con su luz en unos momentos de reflexión y oración personal, momentos de intimidad con el Señor, como aquellos que vivieron los dos primeros discípulos, que de evangelizados se convierten en evangelizadores y misioneros: Andrés porque habla de Jesús a su hermano Simón Pedro y lo lleva hasta Él, y Juan porque ha recogido las vivencias de su discipulado y del de sus compañeros, de su conocimiento de Jesucristo y de su revelación, y nos las ha dejado por escrito. Todo cristiano es un misionero, un apóstol, un enviado, para dar a conocer el Evangelio. ¿Reflejamos y hacemos conocer a los demás nuestra relación con Jesucristo? La mejor manera es, sin duda, suscitar preguntas en el prójimo para poder responder como el mismo Jesús: «Venid y lo veréis».