En el calendario litúrgico, la Iglesia sólo celebra tres nacimientos: el de Jesucristo (25 de diciembre), el de su Madre, la Santísima Virgen María (8 de septiembre) y el de San Juan Baptista, precursor de Cristo (24 de junio). De Jesucristo y de la Virgen María celebra también su concepción: la de Jesucristo en la solemnidad de la Anunciación del Señor, conocida asimismo como Fiesta de la Encarnación (25 de marzo); y la de la Virgen María en la solemnidad de su Concepción Inmaculada (8 de diciembre), ambas nueve meses antes de la celebración de su respectivo nacimiento. A la celebración de la concepción de San Juan Baptista no se le da tanto relieve, pero a nivel litúrgico podemos decir que también está presente al celebrar la Misa de la Vigilia (23 de junio), puesto que las lecturas de la Palabra de Dios se orientan en este sentido.

¿Qué tiene de particular el nacimiento del Precursor? Juan representa la Antigua Alianza que está a punto de ser renovada con el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios y Salvador de la humanidad. Los padres de Juan son ancianos, como es también anciana la Alianza que Juan representa y que está a punto de llegar a su término; su madre, Isabel, es estéril, como es estéril la Ley sin la gracia de Jesucristo; su padre, Zacarías queda mudo después de la revelación del arcángel San Gabriel, igualmente calla el significado de las profecías hasta que hable el Verbo hecho carne.

El nacimiento de Joan anuncia que la Antigua Alianza está a punto de dar paso a un Nuevo Pacto, que traerá la plenitud y hará nuevas todas las cosas. Y esto tendrá lugar con el nacimiento de Jesucristo, quien, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios nos visitará como un Sol que viene de lo Alto para iluminar a los que viven en oscuridad y en sombras de muerte. Por eso, Jesucristo nacerá de una madre joven (que representa la Nueva Alianza), fecunda (puesto que la Alianza Nueva llevará a plenitud todas las cosas) y virgen (abierta y disponible toda ella para el Señor), que canta y exulta de gozo alabando a Dios por su infinita misericordia. El nombre de Juan (Johannan), significa precisamente esto: «Dios tiene misericordia» y, en un principio alude a la misericordia que el Señor ha tenido hacia sus padres, dándoles un hijo en su vejez, cuando ya habían perdido toda esperanza de tener descendencia; pero también manifiesta la compasión divina hacia la humanidad entera: Juan Bautista apunta hacia el amor misericordioso de Dios que se manifiesta plenamente en Jesucristo.