En este luminoso día de Pascua, nos sumergimos en la profunda alegría de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Es el día que marca el triunfo sobre la muerte, el renacimiento de la esperanza y la promesa cumplida de vida eterna para aquellos que creen en Él.
El saludo tradicional entre los cristianos de Oriente, «Verdaderamente ha resucitado el Señor», y la respuesta por parte del interlocutor, «Sí, verdaderamente ha resucitado», manifiestan la esencia misma de nuestra fe. No es sólo la afirmación de una creencia, sino un testimonio de nuestra experiencia transformadora con el Cristo resucitado. La resurrección de Jesús no es solamente un evento del pasado, sino una realidad viva y palpable que irradia a través de todas las épocas hasta nuestros días. En esta época de incertidumbre y desafíos, la resurrección nos recuerda que no estamos solos. Nos invita a abandonar nuestros miedos y dudas, y a abrazar la esperanza en el poder redentor de Cristo.
En medio de las pruebas y tribulaciones, la resurrección nos asegura que la luz siempre sigue a la oscuridad, que la vida triunfa sobre la muerte y que el amor de Dios es más fuerte que cualquier adversidad. Es un recordatorio de que, incluso en nuestros momentos más oscuros, hay una luz que brilla, una esperanza que perdura y una promesa que se cumple. Al celebrar la Pascua, renovamos nuestro compromiso de seguir a Cristo, de vivir según sus enseñanzas y de compartir su amor y compasión con el mundo que nos rodea. Nos convertimos en testigos vivos de su resurrección al reflejar su luz en nuestras vidas y en nuestras acciones.
Que esta Pascua nos inspire a vivir con renovado fervor y pasión, sabiendo que Cristo resucitado camina a nuestro lado, guiándonos y fortaleciéndonos en cada paso del camino. Que podamos llevar la alegría y la esperanza de su resurrección a todos los rincones de la tierra, proclamando llenos de confianza: ¡Sí, verdaderamente ha resucitado! En este tiempo de Pascua, que nuestras vidas sean testimonios vivientes de la verdad y del poder transformador del Evangelio, y que nuestra fe brille como una luz en la oscuridad, guiando a todos hacia la gloriosa esperanza que tenemos en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador, quien vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.