A lo largo del tiempo de Adviento, la Iglesia nos propone la contemplación de las palabras proféticas de Isaías que se refieren al Precursor del Señor, Juan Bautista, quien se dio a conocer en el río Jordán anunciando la salvación de Dios. Su misión era abrir caminos, allanar sendas, rebajar montañas y convertir los terrenos escarpados en valles frondosos. Los primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que preparó de manera decisiva el camino de Jesús. Por ello, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue urgiendo a preparar los caminos que nos permitan acoger a Jesús entre nosotros. Lucas resume su mensaje con este grito tomado del profeta Isaías: «Preparad el camino del Señor».
¿Cómo escuchar este grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades? Lo primero es tomar conciencia de que necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No se puede alimentar uno únicamente de doctrina religiosa. No se puede seguir a un Jesús convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con Él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser humano.
En medio del “desierto espiritual” de la sociedad moderna, debemos entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de encontrarnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e incluso no creyentes, en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a Él la oportunidad de penetrar con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.
En los Evangelios no aprendemos una doctrina académica sobre Jesús. Aprendemos un estilo de vida realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús.