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El Adviento es un tiempo de espera, esperanza y preparación. En este camino hacia la Navidad, María ocupa un lugar especial. Ella es la Madre que con humildad y fe acogió el plan de Dios, convirtiéndose en modelo para todos los cristianos. En la Bienaventurada Virgen María encontramos el ejemplo de una entrega confiada y total a la voluntad divina. Cuando el ángel Gabriel le anunció que sería la madre del Salvador, María respondió con valentía: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1,38). Su «sí» fue el inicio de nuestra redención, porque, a través de ella, Dios mismo quiso hacerse hombre y habitar entre nosotros. María no sólo esperó al Mesías, sino que lo llevó en su seno, lo protegió y lo amó con todo su ser.

En el tiempo de Adviento, estamos llamados a imitar a María, aprendiendo a esperar con fe y esperanza. Su silencio meditativo, su disponibilidad para servir y su confianza en Dios son actitudes que nos preparan para recibir a Jesús en nuestros corazones. Como María, también nosotros somos invitados a decir «sí» a Dios en nuestra vida diaria, dejando que Él nazca en nosotros y transforme nuestra existencia.

Además, María nos enseña a mirar más allá de nuestras preocupaciones personales. Ella se apresuró a visitar a su prima Isabel, llevando la alegría de la presencia de Jesús. Nosotros, como Iglesia, también estamos llamados a ser portadores de esperanza y consuelo para los demás, especialmente para quienes sufren o se sienten solos.

Que María, estrella del Adviento, nos guíe en este camino de espera y nos ayude a prepararnos con un corazón dispuesto y generoso para celebrar el nacimiento de su Hijo, nuestro Salvador. ¡Ven, Señor Jesús!