IIIDomingoAdviento

El tercer domingo de Adviento es conocido desde muy antiguo como el Domingo Gaudete, es decir, el domingo del «Alegraos». En medio de un tiempo litúrgico marcado por la sencillez y la sobriedad, la Iglesia nos sorprende con una invitación explícita a la alegría. Las lecturas, los cantos e incluso el color rosa de las vestiduras nos dicen que la luz de la Navidad ya se acerca y que la esperanza comienza a despertarse con más fuerza. Pero ¿de qué alegría hablamos? No es la euforia pasajera que depende de las circunstancias, sino la alegría profunda que nace de la convicción de que el Señor está cerca. San Pablo lo dice con firmeza: «Estad siempre alegres en el Señor» (Flp 4,4). Nuestra alegría tiene raíces, está bien fundamentada; no es un optimismo ingenuo, sino la serenidad de quien sabe que Dios no abandona su obra, que continúa viniendo a nuestro mundo y a nuestro corazón.

El Domingo Gaudete es también una llamada a abrir espacios de esperanza. El Adviento nos invita a preparar el camino del Señor, y lo hacemos no solo con la oración, sino con gestos concretos de fraternidad: una palabra amable, una reconciliación pendiente, una ayuda a quien lo necesita, un tiempo regalado a quien se siente solo. Cada pequeño gesto es una lucecita que anuncia la Navidad.

En este domingo, dejémonos contagiar por la alegría del Evangelio. Mirando el belén que ya empieza a tomar forma en nuestro hogar y que pronto también veremos en la parroquia, recordemos que Dios viene a nosotros con humildad, y que esta presencia discreta es capaz de transformarnos. Que nuestra comunidad de San Pedro sea, en estos días, signo visible de esta alegría que viene de Dios.

¡Alegraos: el Señor está cerca!