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En la espiritualidad de la Iglesia y en la piedad popular que la ha ido enriqueciendo a lo largo de los siglos, el mes de mayo ha sido visto como un tiempo dedicado especialmente a la Virgen María. Un período apacible, lleno de flores, con una temperatura agradable, que nos habla de la belleza y nos ayuda a volvernos hacia nuestra Madre celestial. Mayo es también un mes hermoso, en el que muchos niños y niñas de nuestra parroquia, que han recibido la catequesis para su formación cristiana y para su crecimiento como discípulos de Jesús, hacen su primera comunión. Con la mirada puesta en el Señor, podríamos decir que el mes de mayo es como un rayo de sol que atraviesa las nubes y nos proyecta, aunque sea de modo pálido, cómo será el Paraíso al que Dios nos ha destinado. Pero sabemos que, mientras vivimos en este mundo estamos metidos en una peregrinación que se dirige hacia la Tierra prometida del Cielo.

Y en esta peregrinación nos acompaña la Virgen María; ella está presente entre nosotros, como lo estuvo en medio de la primitiva comunidad de los discípulos de Jesucristo (Act 1,14). Muy pronto, el pueblo cristiano se dirigió a la Madre de Dios con esta plegaria: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras súplicas en las necesidades que te presentamos. Antes bien, líbranos siempre de toto peligro, Virgen gloriosa y bendita», una oración que fue la más antigua de todas las que se le dedican a la Virgen.

Este año, el primer fin de semana de mayo coincide con la Romería de Rubí a Montserrat, instituida hace ya un siglo por el que fuera nuestro insigne párroco, el Beato José Guardiet, quien siempre manifestó una gran devoción a la Santísima Virgen. Es una ocasión de crecimiento y transformación espiritual para nuestra comunidad parroquial y para cada uno de nosotros. Al contemplar la figura de María, casi a la mitad del año, el tiempo adquiere un nuevo sentido y una nueva profundidad. De la mano de María Santísima, el mes de mayo se convierte en un pórtico de la eternidad.

Cada año, el Santuario de Montserrat propone un lema que ilumine y englobe todas las peregrinaciones y romerías que se dirigen a la montaña santa; es una idea propuesta por los monjes y compartida por todos los que buscan el refugio de la Virgen. Este año, el hilo conductor de las peregrinaciones es esta oración mariana, tan antigua, enunciada por sus primeras palabras: «Bajo tu amparo nos acogemos». Podemos acogernos bajo la protección de María porque Cristo nos la ha dado desde la cruz como Madre de todos los creyentes. Es bello pensar que todas las romerías de Cataluña se dejarán guiar este año por un mismo pensamiento que nos hará sentir más cerca si cabe del amparo y el patrocinio de María.