Aquí Pablo tuvo de noche una visión: vio a un hombre de la región de Macedonia que, puesto en pie, le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.» Inmediatamente después de haber tenido Pablo aquella visión preparamosel viaje a Macedonia, seguros de que Dios nos estaba llamando para anunciar allí las buenas noticias. (Hch 16, 9-10).
A partir de este momento que narra el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, el apóstol Pablo pasó a suelo europeo y siguió anunciando las buenas noticias de Cristo. Con el paso de los siglos y de la historia este pequeño detalle de todo el recorrido misionero de san Pablo ha pasado a tener una relevancia importante. Aquel que conoció a Jesús camino de Damasco llegó a sembrar la buena noticia en la actual Europa, en Roma y posiblemente en Tarraco (Tarragona). Pablo y sus compañeros compartían la misma certeza, que Dios les acompañaba en todo momento y que Cristo mismo le llamaba a parecerse cada vez más a él, y vivir a imagen del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas dándoles a conocer la vida eterna, que es con mucho lo mejor.
El papa Juan Pablo II vivió también una vocación llena de riesgos y de peligros, en la que pudo ir descubriendo que también ese era su camino de transformación, para así asemejarse más a Cristo. También fue una vocación llena de amor, como no podía ser otra forma, que siempre estuvo marcada por la esperanza de la humanidad: Jesús. Karol Wojtyla entró de manera clandestina al seminario de Cracovia durante la ocupación alemana de Polonia. Como san Pablo, él también dio un paso hacia lo desconocido para ayudar a sus hermanos, para vivir la gracia del sacerdocio: ser para los demás, y para el Señor. No se dejó paralizar por el miedo, sino que siguió a Cristo hubiera o no obstáculos en ese camino. Además, más tarde, siendo obispo, acogió clandestinamente a seminaristas de diferentes países del telón de acero comunista, y los formó en la entrega a los demás, a imagen del Buen Pastor.
Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. (Jn 10, 27).
Contemplamos en este domingo a Cristo como el Buen Pastor, sólo él nos conoce y es capaz de guiarnos hasta los verdes prados de la vida eterna. ¿Cuál es su característica propia, qué es lo que diferencia a Jesús del que no es verdadero pastor? que él da la vida por sus ovejas, no da de lo que le sobra ni da a medias, hasta el punto de perder la propia vida. Es decir, se da a si mismo. En un día como hoy hemos de dar gracias a Dios por los pastores que continúa dando a su Iglesia, pues su promesa es firme: os daré pastores según mi corazón (Jr 3, 15). Y también tenemos que pedir por eso pastores, y por todos los cristianos, pues sólo el Buen Pastor nos puede abrir la puerta de los verdes prados, puerta que tiene como cerradura la cruz. Sólo los pastores santos conocen de verdad, han sido vencidos por el amor de Cristo, y son hoy reflejo claro del rostro del Supremo Pastor. Es una desproporcionada gracia que exige siempre nuestra oración y nuestra fe.