En la página evangélica de hoy, san Lucas vuelve a proponer a nuestra reflexión la visión bíblica de la historia, y refiere las palabras de Jesús que invitan a los discípulos a no tener miedo, sino a afrontar con confianza dificultades, incomprensiones e incluso persecuciones, perseverando en la fe en él: «Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis miedo. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida» (Lc 21, 9)» (Benedicto XVI).

Cristo el Señor nos muestra en estas últimas semanas del año litúrgico que no hemos de tener miedo. él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y además el Espíritu Santo hablará por nosotros para dar testimonio del Buen Dios. La Palabra de Dios nos asegura el cuidado y la protección poderosa de Cristo, pero nosotros por nuestra parte hemos de desterrar el miedo con la fuerza de la fe. Pero, ¿cómo ir hasta la raíz de nuestro miedo y temor?: si sabemos que Cristo vino una vez en carne mortal al mundo, sabemos que lo podemos conocer, que se deja encontrar y amar. Así, si le recibimos con alegría verdadera en Belén, no desconfiaremos ni de él ni de nosotros cuando llegue sobre las nubes, triunfante. Esta es la clave.

La Iglesia, desde el inicio, recordando esta recomendación, vive en espera orante del regreso de su Señor, escrutando los signos de los tiempos y poniendo en guardia a los fieles contra los mesianismos recurrentes, que de vez en cuando anuncian como inminente el fin del mundo. En realidad, la historia debe seguir su curso, que implica también dramas humanos y calamidades naturales. En ella se desarrolla un designio de salvación, que Cristo ya cumplió en su encarnación, muerte y resurrección. La Iglesia sigue anunciando y actuando este misterio con la predicación, la celebración de los sacramentos y el testimonio de la caridad.» (Benedicto XVI).

Tenemos el ejemplo muy elocuente de Francisco de Asís: Jesús se le apareció y le dijo, repara mi iglesia, haciendo referencia a una ermita cercana a Asís, pero el Señor también hablaba de Su Iglesia, que estaba en peligro. Nosotros nos encontramos en un momento nada fácil para nuestras vidas, pero sabemos que todo es para bien, que todo sucede por algo y que hemos de estar alerta: esto es la Providencia. Las tentaciones nunca serán superiores a nuestras fuerzas, así nos lo enseña san Pablo, y la paciencia, finalmente, todo lo alcanzará. Esto nos lo dice santa Teresa. Los retos actuales (como los actos que se han sucedido contra la Eucaristía) son oportunidades para las virtudes: la fe, la humildad y la caridad valiente e ingeniosa. Este es el espíritu cristiano.

«La vida cristiana exige valentía. Invitamos sobre todo a los jóvenes que tienen el don y la fuerza de la valentía; son los candidatos preferidos a las lecciones del Evangelio. Palabras grandiosas éstas, y quizá vagas; meditamos y oramos para que nuestra generación, que tanto ha sufrido, acierte a encontrar aquí una fuente de energías generosas y trascendentes. La Virgen nos enseña: el Señor desplegó el poder de su brazo. Así será también para nosotros.» (Pablo VI).

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