La palabra de Dios de este domingo nos sitúa ante una encrucijada por la que todos hemos tenido que pasar alguna vez para abrazar la fe en nuestra vida, y desechar la mentalidad escéptica del mundo.
El rico epulón del evangelio de este domingo aparece hablando con Abrahán después de su muerte, padeciendo el infierno. Y le dice que si sus hermanos ven a un muerto que se les aparece entonces se convertirán. Hay que tener en cuenta el deseo bueno del rico epulón, pero desviado; quiere que otros se conviertan a la verdad de Dios, pero él, en el infierno, nunca lo podrá lograr, pues aunque lo desea vive rechinando de rabia al no poder llegar a Dios por sus propias fuerzas: no se deja alcanzar por el Amor.
Nosotros también pasamos alguna vez por ese cruce de caminos siempre decisivo para nuestra vida de fe: deseamos a veces internamente que Dios actúe a la manera humana y así de todos pueda recibir reconocimiento (segunda tentación de Jesús en el desierto), o por el contrario queremos escuchar la palabra de Dios con humildad y obediencia, pues nos reconocemos ignorantes en las cosas de Dios.
Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto. (Lc 16, 31).
Jesucristo nos quiere recordar hoy que si no escuchamos no creeremos, si no escuchamos sólo podremos echar mano a lo que llevamos en nuestro interior, a la voz de la conciencia sí, pero también la voz de la tentación y del pecado. ¿Qué es lo que necesita un alcohólico? No quedarse sólo, evitar la carcoma del desánimo y buscar y escuchar siempre a otras personas. Lo mismo pasa con nuestra alma, si no somos capaces de acercarnos a Dios (y también a los demás) para escuchar su Palabra, que es Cristo, no seremos capaces de vencer a la mentalidad egoísta del Maligno que se infiltra en nuestro interior cómo algo «lógico, realista y muy humano.»
Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. (1 Ti 6, 12 ss).
El mensaje del Señor es claro, tenemos que combatir el combate de la vida y de la fe; hemos hecho una muy noble profesión de fe delante de muchos hermanos, todos los demás cristianos, y así nos hemos asemejado a Cristo que pobre y azotado, sin nada ni nadie en esta tierra, dio testimonio de la Verdad ante el legítimo gobernador: Pilato. El Dios vivo y verdadero es el que da vida al universo, es el que por Cristo su Hijo nos ha llamado a la vida para que abriendo los ojos descubramos el camino estrecho y seguro de la sabiduría, que es el de la humildad, que es el de la Cruz.