¿No es gracioso cómo 50 € parecen tanto cuando se los damos a la Iglesia y tan poco cuando vamos de compras?
¿No es gracioso cómo una hora es tan larga cuando damos culto a Dios en la Iglesia o cuando oramos en casa, pero tan corta cuando vamos a un partido de fútbol?
¿No es gracioso cómo no encontramos palabras para orar, pero cuán fácilmente salen cuando conversamos con un amigo?
¿No es gracioso sentir tanto sueño al leer un capítulo de la Biblia, pero lo fácil que resulta leer cien páginas de la última novela de moda?
¿No es gracioso cómo buscamos siempre los primeros asientos en la mayor parte de los eventos y espectáculos, pero cuando vamos a la iglesia siempre nos quedamos atrás?
¿No es gracioso cómo pedimos que nos avisen con anticipación de dos o tres semanas para anotarnos un compromiso en la iglesia, y que para otros eventos, especialmente si son para nuestra distracción estemos siempre disponibles?
¿No es gracioso ver cómo tenemos dificultad para aprender a evangelizar y lo fácil que nos resulta aprender y contar el último chiste?
¿No es gracioso que creamos sin más lo que dicen los periódicos y en cambio cuestionemos lo que dice la Biblia?
¿No es gracioso cómo todos quieren la salvación sin necesidad de creer, decir y hacer nada para conseguirla?
¿No es gracioso cómo mandamos miles de bromas por e-mail, twitter, facebook o whatsapp que se propagan como un incendio, pero cuando recibimos mensajes sobre Dios, no los enviamos a casi nadie o seleccionamos muy bien la lista de destinatarios?
¿No es gracioso (y ya lo estás pensando) que cuando vuelvas a leer este escrito no lo comentarás con casi nadie, ni se te ocurrirá copiarlo para difundirlo en las redes sociales porque supones que la mayoría de las personas de tu entorno no cree en nada?
¿No es gracioso? ¡No, no es gracioso para nada! Es muy triste, porque estamos muy lejos y necesitamos acercarnos más a Dios. él es la fuente de nuestra existencia, es nuestro Salvador. El nos sostiene cada día. Sin él no somos nada, pero con él lo conseguimos todo… en la abundancia o en la escasez. «Todo lo puedo en aquél que me fortalece» (Fil 4,13).
Entonces el desafío es claro: si amas a Dios y no tienes vergüenza de reconocer todas las cosas maravillosas que él ha hecho por ti, entonces ama a Dios y al prójimo con generosidad. Que tus palabras y tus obras hablen de Dios a las personas de tu entorno, aunque no sean cristianas. Piensa que mucha gente quizás no leerá la Biblia tomando en sus manos los libros de la Sagrada Escritura, pero que al menos pueda leerla en tu modo de ser y de vivir.