JesusDesayunaResucitado

El primer día de la semana, muy temprano, las mujeres que fueron a ungir el cuerpo de Jesús, descubrieron la tumba vacía y fueron deprisa a comunicarlo a los discípulos. Unos ángeles les dijeron que Jesús se había levantado de la muerte, que había resucitado, y ellas fueron a llevar la noticia. Sin embargo, los discípulos no las creyeron, pensaban que el impacto de la muerte del Maestro las había afectado grandemente hasta el punto de no querer admitir la realidad del fatal desenlace. Pero Jesús se hizo presente en medio de ellos y entonces pudieron ver que su resurrección era real y que no se trataba de intentos de evasión. Este es el resumen que podemos extraer de los relatos evangélicos sobre el acontecimiento más maravilloso y extraordinario de la historia.

Durante la Octava de Pascua, la liturgia de la Iglesia nos ayuda a revivir el encuentro con Cristo resucitado mediante la narración, cada día, de las apariciones de Jesús, empezando por el descubrimiento del sepulcro vacío el domingo de la resurrección. De este modo, los cristianos de todas las épocas podemos tener la experiencia de los discípulos. Todo sucede generalmente en el mismo día, pero la liturgia nos lo explica a lo largo de una semana, para hacernos notar que la Octava de Pascua es como un Gran Domingo, el fundamento de todos los domingos del año. Repasémoslo:

En la aurora del domingo, María Magdalena descubre el sepulcro vacío y lo comunica a los discípulos; Pedro y Juan van al sepulcro, lo comprueban y lo corroboran. El lunes, Jesús resucitado se manifiesta a las mujeres que había ido a ungir su cuerpo y les encomienda que lo digan a sus discípulos, invitándoles a ir a Galilea, donde todo empezó y desde donde se expandirá el Evangelio. Aquí se trata de una experiencia comunitaria. El martes se nos habla del encuentro personal de Jesús con María Magdalena, que lo reconoce cuando el Maestro la llama por su nombre. Aquí vemos como el encuentro personal con Cristo resucitado es también una experiencia personal. El miércoles vemos el encuentro de Jesús con dos discípulos desanimados que caminan hacia Emaús: cómo Jesús les habla del sentido de las Escrituras y cómo lo reconocen al partir el pan; entonces se dan cuenta de que deben regresar con la comunidad. Y es que toda experiencia personal de fe ha de enriquecer la fe de la comunidad cristiana y al mismo tiempo ésta ha de alimentar la fe personal. El jueves nos narra cómo el Señor resucitado se aparece a la comunidad reunida y cómo les muestra la realidad de su persona y de su resurrección. El viernes se nos habla de una aparición en Galilea, mientras los discípulos están pescando, en la que Jesús les prepara la comida, con una velada alusión a la Eucaristía. Según san Juan, era la tercera vez que Jesús se aparecía, indicando así la confirmación del hecho. El sábado nos presenta un resumen de las apariciones. Y el domingo de la Octava se nos relata la aparición del día de la resurrección y la incredulidad de Tomás, y se nos dice también que, al cabo de ocho días, Jesús se volvió a aparecer. De aquí arranca el hecho de que la Iglesia se reúna cada domingo – al cabo de ocho días– convocada para celebrar el Memorial del Señor, la Eucaristía, y hacer así presente a Cristo resucitado.