Resurrection-min

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

Hoy es el día en que la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado las tinieblas, y el amor ha triunfado sobre el odio. La Resurrección de Cristo no es un símbolo ni un recuerdo lejano, sino un acontecimiento real y decisivo que transforma la historia y llena de esperanza nuestro presente. Jesús, crucificado, muerto y sepultado, ha resucitado por el poder del Padre. Su tumba vacía no es señal de una ausencia, sino de una presencia nueva, gloriosa y viva. La muerte no tiene ya la última palabra, porque Cristo ha abierto para todos la puerta de la vida eterna. Su victoria no es sólo suya: es también nuestra. Por el Bautismo, participamos de su muerte y resurrección, y renacemos a una vida nueva.

En medio de un mundo herido por guerras, injusticias y temores, la Pascua es el grito de Dios que dice: «No temáis». La Resurrección de Cristo es la promesa de que el mal no es invencible, de que el amor de Dios es más fuerte que cualquier pecado o sufrimiento. No caminamos a ciegas: Él va delante de nosotros, como el Viviente, el Buen Pastor que guía nuestras vidas. Hoy celebramos no sólo un hecho del pasado, sino el fundamento de nuestra fe. «Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido» (1 Cor 15,17). Pero Él ha resucitado, y por eso creemos, amamos y esperamos. La Pascua nos llama a vivir como resucitados: con alegría y esperanza, con la certeza de que la vida tiene sentido y que nada de lo que hacemos por amor se pierde.

Queridos hermanos y hermanas, ¡alegraos! ¡El Señor vive! Que esta Pascua renueve nuestra fe y nos impulse a anunciar con nuestra vida la Buena Noticia: Cristo ha resucitado y camina con nosotros. ¡Aleluya!