Después de la Resurrección de Jesucristo, ha llegado para los apóstoles la hora de la misión. Después de Pentecostés los discípulos comenzaron a poner en práctica la misión que habían recibido, predicando la Buena Nueva de Jesucristo. Forma parte de la misión el que los hombres y mujeres no sólo conozcan a Cristo, sino que también lo adoren como a Dios y Señor.
El encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos junto al lago de Galilea está descrito con clara intención catequética. En el relato subyace el simbolismo central de la pesca en medio del mar. Su mensaje no puede ser más actual para los cristianos: sólo la presencia de Jesús resucitado puede dar eficacia al trabajo evangelizador de sus discípulos. El relato nos describe, en primer lugar, el trabajo que los discípulos llevan a cabo en la oscuridad de la noche. Todo comienza con una decisión de Simón Pedro: «Me voy a pescar». Los demás discípulos se adhieren a él: «También nosotros nos vamos contigo». Están de nuevo juntos, pero falta Jesús. Salen a pescar, pero no se embarcan escuchando su llamada, sino siguiendo la iniciativa de Simón Pedro. El narrador deja claro que este trabajo se realiza de noche y resulta infructuoso: «aquella noche no cogieron nada». La «noche» significa en el lenguaje del evangelista la ausencia de Jesús que es la Luz. Sin la presencia de Jesús resucitado, sin su aliento y su palabra
orientadora, no hay evangelización fecunda.
Con la llegada del amanecer, se hace presente Jesús. Desde la orilla, se comunica con los suyos por medio de su Palabra. Los discípulos no saben que es Jesús, solo lo reconocerán cuando, siguiendo dócilmente sus indicaciones, logren una captura sorprendente. Aquello solo se puede deber a Jesús, el Profeta que un día los llamó a ser «pescadores de hombres». En resumen, la misión de la Iglesia, en el mar del mundo, no es otra sino la de ser pescadores de todos los hombres sin excepción y llevarlos al puerto seguro de la fe y de la eternidad. A esta imagen de la nave y de la pesca sigue a continuación otra: la del pastor y las ovejas. Jesucristo, Buen Pastor, encomienda a Pedro: «Apacienta mis ovejas». Buen Pastor es aquél que cuida, ama, protege, apacienta a sus ovejas y las defiende de los lobos hasta dar la vida por ellas. La misión de Pedro y de los pastores en la Iglesia es lograr que todas las ovejas alcancen la salvación de Dios. Que el mismo Señor con su poder siga apacentando a su rebaño y lo libre de los nuevos lobos que le quieren hacerle estrago.