Resurrection-min

Éste es el primer día de la semana, el día de la nueva creación. Lo antiguo ha pasado, comienza una nueva vida. Cristo ha resucitado, ha salido victorioso de la muerte. Celebremos con gozo la fiesta de la Pascua. Aquel primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro esperando ver el cuerpo sin vida de su Señor. También Pedro y Juan corrieron al sepulcro para ver aquello que contaban las mujeres. Donde esperaban ver un cuerpo sin vida han encontrado un sepulcro vacío. La vida ha vencido a la muerte. Cristo ya no está entre los muertos, ha resucitado y está vivo y presente en medio de nosotros. La tumba vacía es signo de la Resurrección. Pedro, es el primero en entrar en el sepulcro. Aunque Juan había llegado primero, sin embargo, deja la primacía a Pedro, el primero de los apóstoles. Después entra Juan, el discípulo amado, el que había recostado su cabeza sobre el pecho de Jesús en la Última Cena, el único de los apóstoles que había permanecido con las mujeres junto a la cruz de Jesús. Y éste, al entrar y ver el sepulcro vacío, creyó. Sólo el que ha vivido en la intimidad de Jesús, el amado, el que ha permanecido junto a la cruz de Jesús y ha contemplado el amor de Dios manifestado en el Crucificado, es el que es capaz de ver y creer.

La Resurrección nos trae una vida nueva. Ya no vivimos bajo la antigua ley, sino que Cristo nos ha dado la ley nueva del amor. La vida nueva que nace de la resurrección es la vida del amor verdadero. Nosotros participamos de esta vida nueva por medio del Bautismo. La Resurrección de Cristo, no es algo que nos podamos quedar para nosotros solos. Hemos de compartir la luz de la Pascua con todos los hombres. El mundo necesita la luz de Cristo, necesita la alegría de la Resurrección, necesita una vida nueva. Sólo Cristo nos puede dar esta nueva vida de la que el mundo está sediento. Por ello, al celebrar hoy la fiesta de la Pascua, nos convertimos cada uno de nosotros en apóstoles, en testigos de la Resurrección del Señor. Somos testigos de la vida, no sólo con palabras, sino también y, sobre todo, con nuestras obras. Nuestras obras, como cristianos, han de ser luz en medio de la oscuridad. El mundo tiene derecho a alegrarse por la Resurrección y nosotros somos sus misioneros.

La Pascua, la fiesta más grande de los cristianos, no termina este día. La Iglesia seguirá durante ocho días, la Octava de Pascua, celebrándola como si de un mismo día se tratase. Y después continuaremos festejando la Pascua durante la cincuentena pascual, hasta la solemnidad de Pentecostés. Que María, la Reina del Cielo como la aclamamos en el cántico pascual del Regina Coeli, nos acompañe en este camino de alegría pascual. Que ella, que vivió con los apóstoles la alegría de la Resurrección y esperó con ellos la venida del Espíritu Santo, renueve nuestras fuerzas y nos conceda la esperanza de la vida nueva que hoy ha comenzado.
¡Feliz Pascua de Resurrección!