La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas, pero que finalmente nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.
El perdón es una expresión incalculable de amor. El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes.
Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor y enojo.
El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó. La falta de perdón te ata a las personas con resentimiento. Te tiene encadenado. La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.
El perdón es una declaración que puedes y debes renovar a diario. Muchas veces la persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo, por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas.
La declaración del Perdón es la clave para liberarte: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». En ese momento alcanzó Cristo el cénit de la libertad.
¿Con qué personas estás resentido? ¿A quiénes no puedes perdonar? ¿Es qué tú eres infalible y por eso no puedes perdonar los errores ajenos? ¡Vamos, no pierdas más el tiempo engañándote!
Perdona para que puedas ser perdonado, recuerda que con la vara que midas, serás medido…
¿Pero cómo puedes creer en el amor si no practicas el perdón? ¿Pero qué Evangelio lees?