Decía Màximo el Confesor:

La contemplación es una acción en potencia, y la acción es una contemplación activa; la virtud es la manifestación del conocimiento, y el conocimiento es una fuerza que protege la virtud.

Conocerás a mucha gente que en la actualidad se mueve mucho, trabaja en exceso. No dejan ningún tiempo libre para su vida. Hasta los mismos domingos se entregan a hacer trabajos extras para ganar más.

Andan con mal humor. Llegan rendidos a sus casas y ni se relacionan con sus hijos. Pierden su vida en la simple y pura actividad. Son los activistas por excelencia. Sin embargo, la contemplación -que han dejado totalmente- es la única arma que tienen para hacer contrapeso a tanta actividad.

La combinación de acción y contemplación o de contemplación y acción se traduce en una tranquilidad grande en la persona. Y además, en un conocimiento casi perfecto de la vida, de las personas y de los acontecimientos que cada día suceden en la sociedad.

Una persona que emplea el tiempo en la contemplación, gana muchos enteros cada día en su desarrollo personal:

  • No se pierde en la brahúnda del mundo.
  • Pisa tierra firme y al mismo tiempo orienta sus pasos hacia valores que nunca mueren y que tienen una proyección en la nueva vida.
  • Quien se habitúa a combinar sabiamente estas dos cosas está liberando e iluminando cada día su corazón.
  • Igual que la llama consume la materia, el fuego de la meditación detenida, reflexiva y amorosa, transporta a la persona a la perfección de su ser.

Es entonces cuando uno está preparado para pedirle a Dios presente en el Santísimo Sacramento:

  • Un pedazo de tierra, para posar mi planta.
  • Una huella sabia que conduzca la mía.
  • Una estrella que me ilumine, para saber que Tú me miras.
  • Sobre mi frente un techo y bajo el techo una llama.
  • Un pan que nunca falte y un amigo sencillo.
  • El amigo que sea como el pan: alegre, bueno y cálido.
  • El pan como el amigo: suave, comprensivo y benigno.
  • Salud, pero no tanta como para olvidar que he de morir algún día.
  • Tu Hijo, que me enseñe que estoy creado a Tu imagen y semejanza.
  • Sosiego en el espíritu para no perderme en lo mundano.
  • Gratitud en el alma… por la luz de cada día.
  • Un Rincón en el Cielo donde anidar mis ansias.

Eso te pido, Señor … y al final de mi vida …
Dártelo todo por amor, para recibir lo que me tienes preparado.

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