undividedheart

El lema de la Cartuja resume en pocas palabras una sabiduría profunda: Stat Crux dum volvitur orbis, es decir, la Cruz permanece mientras el mundo gira. Esta expresión, que acompaña siglos de oración y silencio cartujano, nos recuerda que, en medio de los cambios, las incertidumbres y las crisis del mundo, hay una realidad que no vacila: la Cruz de Jesucristo, signo de su amor llevado hasta el extremo. La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que celebramos el 14 de septiembre, nos invita a mirar el misterio central de nuestra fe. Para los primeros cristianos, la cruz era escándalo y sufrimiento; pero, desde la Pascua, se ha convertido en el árbol de la vida, en el lugar donde Dios ha mostrado su fidelidad y misericordia. La cruz nos habla de un Dios que no rehúye el dolor humano, sino que lo asume para abrirnos la puerta de la esperanza.

Al comenzar un nuevo curso pastoral, esta mirada a la Cruz nos resulta especialmente necesaria. El calendario se llena de actividades, proyectos y retos; pero el centro de todo ha de ser Cristo crucificado, muerto y resucitado. Si no enraizamos nuestra tarea parroquial y personal en este eje firme, corremos el riesgo de dejarnos arrastrar por las prisas, la rutina o incluso el desánimo. La Cruz nos enseña también el estilo con el que hemos de vivir y servir: humildad, entrega y confianza. No es un símbolo triste, sino fuente de vida. Cuando miramos la Cruz con fe, descubrimos que Dios nos ama en nuestra fragilidad y nos llama a amar como Él.

Que en este inicio de curso la Cruz sea la brújula que nos oriente y la fuerza que nos sostenga. El mundo gira, todo cambia, pero la Cruz permanece: signo del amor de Dios que nunca pasa.