Al ponerme a escribir para el portal de Llum i Vida al inicio de curso, ha venido a mi memoria una frase muy habitual de un feligrés de Vilassar de Dalt, mi buen amigo Salvador Estrada, a quien conocí hace ya muchos años. Era un hombre de mucho empuje y siempre estaba muy animado, haciendo de su optimismo un estímulo contagioso. En él era frecuente oír esta frase: «¡Ya estamos aquí otra vez!» al regreso de las vacaciones, al principio de curso, al inicio del año civil y en otras actividades y circunstancias que venían marcadas por un comienzo.
Al mirar la expresión de su rostro, te dabas cuenta de que era una frase dicha por alguien que sabía vivir en la esperanza. Al inicio de un nuevo curso, también la podemos hacer nuestra: «¡Ya estamos aquí otra vez!» El camino que se abre ante nosotros es largo e intenso, en medio de unas condiciones en las que debemos tomarnos en serio el encargo de Jesucristo de ser «luz del mundo y sal de la tierra», infundiendo esperanza ante un panorama todavía marcado por la pandemia. Al abrir el nuevo curso 2021-2022, podemos identificarnos con la letra de un canto que a veces hemos cantado y cuya traducción os dejo aquí:
«Un pueblo camina por el desierto del tiempo, sol, polvo y tempestades luchan contra él. Pero el pueblo avanza hacia un horizonte, donde fiel les espera el Señor. Y cantan con paso decido. Y cantan con rostro alegre. Pues saben muy bien que al término de la jornada se sentarán alrededor de la mesa de Cristo. Las tinieblas les envuelven y allí parece reinar un profundo silencio. Pero la voz del Padre aleja todo miedo, y con fe siguen a Cristo luminoso».
Iniciar un nuevo curso y volver al trabajo no es para nosotros, hombres y mujeres de fe, ninguna fatalidad. Hemos disfrutado de un tiempo estival, hemos tenido vacaciones, hemos descansado y, antes de volver a nuestra tarea, nos ponemos en presencia de Dios para encomendarle este nuevo tiempo de gracia que Él nos da y en el que estamos llamados a hacer presente su Reino.