A finales de octubre, el temporal de lluvias e inundaciones que golpeó el Levante español dejó una huella profunda en muchas vidas. En medio del dolor y la destrucción, también surgieron gestos de solidaridad que nos recuerdan la capacidad humana para responder con generosidad y esperanza ante la tragedia. Uno de los ejemplos más visibles ha sido la iniciativa de la pizzería La Bambola, que, con el ánimo de paliar los efectos de la catástrofe, organizó una recogida de materiales esenciales: alimentos, ropa y medicamentos. Esta acción, que comenzó como un gesto sencillo pero lleno de valentía, fue ampliamente acogida por la sociedad rubinense.
Cuando nos enteramos del llamamiento, la parroquia de San Pedro no dudó en unirse a la causa. Difundimos la campaña a través de nuestros canales de comunicación y pusimos a disposición de los organizadores nuestro templo para almacenar parte de los materiales recogidos que fuera necesario (especialmente medicinas y alimentos más sensibles). Queríamos ofrecer un espacio seguro y solidario para todos aquellos que desearan contribuir. La respuesta fue masiva, con vecinos y feligreses llevando alimentos, ropa y medicamentos que superaron con creces las expectativas de la organización. Este gesto colectivo ha sido un claro reflejo de la fuerza del mensaje evangélico, que nos llama a ayudar a los demás en momentos de necesidad, sin esperar nada a cambio.
El Evangelio nos enseña que el amor y la solidaridad no son solo palabras, sino actos concretos. Cuando, en un momento de crisis, la comunidad se une para ayudar a los demás, se hace tangible aquel amor que Jesús nos encomendó. Las acciones solidarias, como las de esta recogida, son una muestra de que el mensaje del Evangelio ha calado profundamente en nuestra sociedad, transformándola, poco a poco, en una sociedad más humana y generosa, y así debería ser siempre. Que esta experiencia nos anime a seguir construyendo una comunidad donde la bondad y la solidaridad sean los pilares de nuestra vida cotidiana. Que, como cristianos, nos sintamos llamados a ser luz para los demás, especialmente en los momentos de oscuridad y adversidad.