Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. (Jn 14, 9).

Hoy Jesús nos revela en el evangelio, que él es el espejo del Padre, que quien le ha visto a él, conoce y ha visto al Padre eterno. ésta es una realidad, que como el apóstol Felipe nunca acabamos de entender.

Nosotros también querríamos tener certezas, querríamos tener al Padre en nuestras manos y en nuestras mentes, como Felipe, pero ni nos conviene, ni podríamos hacerlo sin perecer. El Padre nos ha dado a su Hijo, lo ha puesto en nuestras manos, y por la luz de la fe, lo ha puesto en nuestras mentes. él es nuestro salvador, él es el amor de Dios manifestado a nuestra limitada condición humana.

Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado. (Is 28, 16 y 1 Pe 2, 6).

En la segunda lectura el apóstol Pedro nos habla también de Cristo como la piedra angular en la nueva ciudad de Sión. Es a la vez una piedra que hace tropezar a algunos, que provoca escándalo en otros, pero para los elegidos es la piedra angular que sostiene todo el edificio en el que habita el Espíritu.

En toda construcción, como en la de la nueva ciudad de Jerusalén, hace falta una cosa imprescindible: equilibrio. La piedra angular es un sinónimo de equilibrio y de armonía. Por la fe recibimos nosotros la piedra fundamental de nuestra vida, Jesús, y encontramos ese equilibrio propio del edificio construido por las manos de Dios, del que formamos parte, y en el que habita el Espíritu Santo.

Nos encontramos, durante estos días, aquí en Rubí en plena visita pastoral. El obispo de nuestra diócesis de Terrassa visita las parroquias y realidades católicas de la ciudad de Rubí. Esta visita es una expresión de la realidad que cada día, como comunidad cristiana, vivimos. No somos cristianos nosotros solos, no dependemos sólo, de nuestras estructuras locales, la Iglesia está formada por una gran red de diócesis, en comunión plena con la sede de Pedro: Roma. La Iglesia es algo grande y libre, es algo diferente en nuestro conocido entorno, es un cuerpo visible que no depende de nosotros y en cualquier momento nos puede sorprender (como ejemplo, el Papa Francisco). La Iglesia es como un soplo de aire fresco que molesta a algunos y que ayuda a todos. La Iglesia es un gran invento, si no existiera las pasaríamos canutas; la Iglesia en estos tiempos revueltos de relativismo es un faro para la humanidad. Demos gracias a Cristo por ello en estos días.

Por lo tanto, el apóstol Felipe, la piedra angular de la nueva ciudad y la Iglesia Católica tienen algo en común. La Iglesia está formada por sujetos de la talla de Felipe, como nosotros, tantas veces hombres de poca fe, pero la Iglesia también acoge en su interior un tesoro de incalculable valor: la piedra angular que es Jesucristo.

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