Los textos de hoy hacen referencia a la vida comunitaria, sea en el pueblo en marcha hacia la tierra prometida, sea sea en la comunidad eclesial. La primera lectura habla de la donación del Espíritu de Dios a los setenta jefes del pueblo en camino por el desierto. En el Evangelio se reflejan ciertos aspectos de la vida de los discípulos y de los primeros cristianos en sus relaciones internas y en las relaciones con los que no pertenecen a la comunidad cristiana. Ante todo, se ha de recalcar la enorme apertura del espíritu de Jesucristo frente a quienes no pertenecen al grupo, a la comunidad creyente. «No se lo impidáis», dice Jesús a Juan y a los discípulos. Este comportamiento de Jesús halla su prefiguración en el de Moisés al saber que su espíritu ha sido comunicado a Eldad y Medad que no pertenecían al grupo de los setenta: «¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo de Yahvé profetizara porque Yahvé les daba su espíritu!».
Santiago se dirige al final de su carta a los miembros ricos de la comunidad para recriminar su conducta y hacerles reflexionar sobre ella a la luz del juicio final. En la Iglesia hay ricos de bienes, y muchos de ellos son a la vez ricos de amor verdadero. En la Iglesia se dan también los pobres en bienes, pero que poseen una riqueza extraordinaria de fe, de amor y de esperanza. Hay también, desgraciadamente, los otros, los ricos de bienes y pobres de amor, los pobres de bienes y ricos en ansias de lucro y de riquezas. Los verdaderos ricos en la Iglesia son los santos. Si además de ser ricos en santidad, son ricos de bienes, mucho mejor. Con tal de que los pongan al servicio de todos.
Los ricos han de ser muy conscientes de que sus riquezas no son tanto para gozarlas y despilfarrarlas cuanto para ponerlas al servicio de los necesitados. Aquí no hablamos de las riquezas mal adquiridas, como nos vamos acostumbrando ahora en nuestra sociedad en que unos pocos se hacen con los dineros de todos los ciudadanos; mientras que la inmensa mayoría de la sociedad pasa hambre y vive en la indigencia. Volvemos de esta manera a los versículos anteriores de Marcos que leíamos la semana pasada: «Quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos».