MoralRelativism

Hoy muchos se presentan como la luz del mundo. No son pocos los que pretenden darse a sí mismos esta condición de sal y luz de la humanidad: políticos con vocación de salvadores, científicos con complejo de creadores, médicos con pretensiones de ser los amos de la vida y de la muerte, pensadores que creen conocer todos los misterios del ser humano, teólogos y hombres de Iglesia que se sienten poseedores de Dios…, todos pretenden saber la verdad sobre lo humano y lo divino y, por eso, se creen capacitados para iluminar al resto de la humanidad.

• Nuestro mundo está iluminado por la conveniencia personal. Todo lo que me conviene es bueno, lo que no me conviene es malo; y este principio se convierte en el máximo criterio de discernimiento: lo que a mí me va bien. Mi ego, en definitiva, por encima de todo y de todos, elevado al nivel de categoría, de valor fundamental. Desde esta perspectiva todo está permitido, todo es bueno si me conviene y me gusta; eso es lo que se invoca a la hora de elegir, de valorar y de tomar decisiones.

• Nuestro mundo también está iluminado por la exigencia de los derechos. Hablar de deberes no es conveniente, pero sí de derechos y sólo de ellos. Existe el derecho a la huelga, pero no un deber de servicios mínimos, o de respetar a quien no quiera ir a la huelga. Existe el derecho de usar libremente el propio cuerpo, pero no el deber de responsabilizarse de las consecuencias que eso pueda comportar; las consecuencias “inconvenientes” simplemente se eliminan. Existe el derecho a la libertad de expresión, pero no el deber de respetar al prójimo y a no ofenderlo. Existe el derecho de ejercer libremente las tareas informativas, pero no el deber de hacerlo responsablemente…

• Y también ilumina a nuestro mundo el supuesto valor moral de lo mayoritario. Si la mayoría lo hace, entonces es bueno; si la mayoría lo dice, entonces es verdad. Si la masa acepta tal cosa es que tal cosa es necesaria. Si los políticos consensuan algo, es que eso es bueno. Si todos piensan así, éste es el pensamiento correcto. Si la mayoría lo rechaza, entonces es malo. Si nadie lo quiere, entonces es rechazable. Pensemos, sin embargo, ¡qué fácil es manipular a la opinión pública! Las consecuencias a las que podemos llegar con este peligro de manipulación nos provocan más de una pesadilla. Según el pensamiento políticamente correcto, no hay nada que sea definitivamente bueno o malo, sino que todo dependerá del sentimiento de la mayoría o, lo que es lo mismo, de la moda y, en el fondo, de aquello que algunos manipuladores avispados quieran que esté de moda, que se lleve en la actualidad y que sea la opinión de la mayoría.