Mira: hoy te pongo delante de la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entran para conquistarla. Pero si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a Dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio. (Dt. 30, 25-27).
Celebramos hoy el primer domingo de Cuaresma y sirviéndonos de las imágenes que nos da la Escritura queremos aprovechar esta oportunidad del Cielo y vivir un año más con intensidad la Cuaresma. Las imágenes de este domingo son el Arca de Noé y el desierto en el que se interna Cristo para obedecer el impulso del Espíritu Santo, y para ser tentado por Satanás.
El desierto, en el Antiguo Testamento, es siempre un lugar privilegiado de la acción de Dios; es un lugar en el que el Señor habla a sus escogidos y los conduce por duras pruebas para transformarles interiormente. Recordemos el sueño de Jacob cuando se queda dormido sobre una piedra y ve esa escalera que llega hasta el cielo, o la revelación de Dios a Moisés en la zarza ardiendo. Quizás una de las expresiones más bellas de la Escritura sobre la realidad del desierto la encontramos en el profeta Oseas:
Yo la voy a enamorar: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Luego le devolveré sus viñas y convertiré el valle de Acor en puerta de la esperanza para ella. Allí me responderá como en su juventud, como en el día en que salió de Egipto. (Os. 2, 14-15).
Jesús y el Espíritu nos empujan también a nosotros hoy: es un impulso del Espíritu Santo que junto a Jesús nos conduce a todos los cristianos al desierto interior de nuestras almas y a los desiertos exteriores de este mundo nuestro a veces en ruinas. Y en este desierto, si logramos entrar, escucharemos la voz de Cristo que nos habla al corazón, que nos dirá todo lo que hemos hecho.
El arca de Noé es la otra imagen que nos muestra la Palabra de Dios este domingo. El arca tiene muchos significados, pero todo el acontecimiento del diluvio universal y del arco en el cielo como signo del pacto y la promesa de Dios, quiere significar el nuevo bautismo en Cristo, tal como dice el apóstol San Pedro en la segunda lectura y el ritual de bautismos en la oración para bendecir el agua. Si el diluvio significa el bautismo que nos purifica y nos limpia, el Arca simboliza la respuesta a la llamada escondida de Dios. Sólo unos pocos la supieron escuchar y se quisieron esforzar para no seguir olvidados de Dios, ocupados en sus cosas.
Muchos dirán preocupados: ¿la llamada de Dios y del Espíritu no la escuchan todos, uno sí y otros no? Pero nosotros sabemos que hemos entrado en el combate cuaresmal y que el soplo del Espíritu aletea sobre nuestros pechos: queremos escuchar esa voz susurrante de Cristo y queremos adentrarnos con él en el desierto, él nos tomará y nos amará hasta límites que no conocemos, y sólo así el mundo creerá, somos criaturas, no dioses.