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La historia de los discípulos de Emaús es uno de los relatos más hermosos y conmovedores en todo el Evangelio. Los discípulos de Emaús -sólo sabemos el nombre de unos de ellos, Cleofás- eran dos de los seguidores de Jesús que habían estado en Jerusalén durante la crucifixión y habían oído noticias difusas sobre la resurrección del maestro, pero todavía estaban desanimados y confundidos. Mientras iban por el camino hacia Emaús, Jesús se unió a ellos, pero no lo reconocieron. El Maestro les preguntó acerca su tristeza y su desconcierto, y los discípulos le contaron todo lo que había sucedido en Jerusalén. Pero, a pesar de oír todo eso, los discípulos aún no entendían la verdadera naturaleza de la resurrección. Fue entonces cuando Jesús comenzó a enseñarles, a partir de las Escrituras, todo lo que había sucedido y lo que significaba. Los discípulos escucharon con atención y finalmente, cuando llegaron a Emaús, invitaron a Jesús a quedarse y a cenar con ellos. En el momento en que Jesús partió el pan, los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron. Pero antes de que pudieran decir una palabra, Jesús desapareció.

Los discípulos de Emaús son un ejemplo para todos nosotros. Al igual que ellos, también podemos sentirnos desanimados y confundidos por las dificultades y desafíos de la vida. Pero al igual que Jesús se unió a los discípulos en su camino, Él también se une ahora a nosotros en nuestro camino. Podemos encontrar consuelo y sabiduría en las Escrituras, y podemos experimentar la presencia de Jesús cuando partimos el pan juntos, lo hacemos en cada celebración de la Eucaristía. Al mismo tiempo, la historia de los discípulos de Emaús nos enseña que la resurrección de Jesús es un misterio profundo que no siempre es fácil de entender. Incluso los discípulos que habían pasado tanto tiempo con Jesús no lo reconocieron al principio. Pero cuando el Maestro les abrió los ojos, todo cambió para ellos. Debemos tener fe y confiar en que la resurrección es verdadera y que Jesús está presente en nuestras vidas, incluso si no siempre lo vemos de inmediato.

En resumen, la historia de los discípulos de Emaús nos muestra que la fe, la esperanza y el amor de Dios están siempre con nosotros, incluso en los momentos más difíciles. Debemos confiar en que Jesús está con nosotros en nuestro camino para enseñarnos y guiarnos. Y, cuando partimos el pan juntos, experimentamos la presencia real de Jesús en nuestras vidas. Que esta historia nos inspire a seguir a Jesús con valentía y confianza en nuestro propio camino de fe.