El Evangelio de este cuarto domingo de Pascua nos trae la parábola del Buen Pastor, en la que Jesús dice ser la puerta del redil de las ovejas. «Yo soy la Puerta», afirma, aunque a nosotros nos gusta más cuando dice que es el Buen Pastor, sobre todo hoy en que celebramos el Día de Oración por las Vocaciones de Buenos Pastores… Lo curioso es que nunca antes, en toda la Escritura, Dios o su Mesías son llamados “Puerta”, como sí pasa con “Pastor”.
¿Por qué Jesús quiso llamarse y presentarse como Puerta? Para entender mejor lo que Jesús quiso significar al decir que Él es la Puerta del redil habrá que recordar que las ovejas de un pueblo -solían ser de distintas familias-, eran guardadas durante la noche en el redil, bajo el cuidado de un portero. Era este portero quien tenía que reconocer y abrir la puerta al pastor o a los pastores, así como a las ovejas que a la mañana siguiente irían de pastoreo. Aquellos pastores que conocían los nombres característicos de las ovejas; y aquellas ovejas, que, al ser llamadas por su nombre característico, respondían al pastor. Es importante sentirnos llamados por Jesús «por nuestro nombre», dejarnos atraer por Él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como Él a nuestras preguntas más decisivas, a nuestros anhelos más profundos y a nuestras necesidades últimas.
Es decisivo seguir a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a Él: vivir confiando en su persona, inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad. Es vital caminar teniendo a Jesús «delante de nosotros». No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo y más cercano. Pidamos al Señor por intercesión de Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra para que seamos capaces de escuchar con humildad su voz y seguirlo con fidelidad.