En la proximidad de la fiesta de San José celebramos un año más el Día del Seminario. A diferencia de otras entidades académicas, el seminario no se puede reducir al ámbito de la formación intelectual, ya que se extiende también a otros campos como el pastoral, el espiritual y el humano, según la disposición del decreto Optatam Totius, del Concilio Vaticano II y la exhortación Pastores dabo vobis, de san Juan Pablo II. El Seminario es una institución muy importante en la diócesis por la labor formativa que desempeña. Por un lado, es semillero de vocaciones, su razón de ser es la de favorecer la formación de los que reciben de Cristo una llamada a participar de su misma vida de ofrecimiento total al Padre en el ministerio sacerdotal, y por otro lado, es un foco de inspiración en la promoción de vocaciones y de los valores humanos tan necesarios en la sociedad.
El seminarista, es ante todo “un discípulo” en disposición de aprender. Sus años en el Seminario son una manera de convivir con Jesucristo, crucificado y resucitado, su principal misión es ad intra, es decir, en sí mismo, porque debe forjarse a la manera de Cristo, pero en proyección ad extra y ad gentes, es decir, para los demás, como futuro apóstol y pastor de la Iglesia.
El Seminario requiere el sostenimiento espiritual de la oración y el económico que son expresión de interés y ayuda. Los sacerdotes no caen como lluvia del cielo, sino que surgen de entre el pueblo fiel y necesitan ser asistidos espiritual y económicamente. Es deber de la comunidad de creyentes orar por las vocaciones sacerdotales y colaborar con sus futuros pastores en todo lo que sea necesario. El Seminario lo sostiene la comunidad de fieles. Hoy, muchas personas lamentan la escasez sacerdotes, pero a veces este pesar se debe más a no poder recibir unos determinados servicios que a una sensibilidad consciente de las necesidades de la Iglesia. En nuestra diócesis contamos con pocos sacerdotes y bastantes de ellos son ancianos y algunos incluso están enfermos. Un cristiano no puede desentenderse cuando ve que su entorno se convierte en un vertedero de pecados, de injusticias sociales, de corrupción y de inmoralidad, donde los hombres se vuelven cada día más despersonalizados y pierden la conciencia de su dignidad, que deriva de haber sido hechos a imagen de Dios. El día del seminario es por eso un día para mirar con esperanza el porvenir de la evangelización de nuestra sociedad. Juntos, seminaristas, pastores y ovejas hacemos posible que el Evangelio sea no solo un anuncio sino un acontecimiento cotidiano de salvación y de conversión.