Hoy la Iglesia universal celebra el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, resumido en la palabra “Domund”. Es la principal de las jornadas misionales de todo el año. Promueven esta jornada las Obras Misionales Pontificias y su finalidad es espiritual y material: orar por los misioneros y ayudar a sus obras con los recursos económicos que se recaudan en la colecta que se efectúa hoy en todos los templos. Este año el Domund tiene como lema “Cambia el mundo”, y éste lema quiere mostrar al mundo que la misión y la acción de los misioneros hacen que el cambio del mundo sea posible. Y en este año, en el que se celebra el Sínodo de los Jóvenes, la Jornada Mundial de las Misiones 2018 invita a los jóvenes de una manera muy especial, a ser protagonistas del cambio. El Papa Francisco, en su mensaje para esta jornada misionera, les implica en la tarea de llevar el Evangelio a todos, como hacen los misioneros.

Y nuevamente, hoy Jesús en el Evangelio trastoca nuestros esquemas. Provocadas por Santiago y Juan, han llegado hasta nosotros estas palabras llenas de autenticidad: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida». Jesús de camino a Jerusalén va advirtiendo a sus discípulos del destino doloroso que le espera a él y a los que sigan sus pasos. Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, se separan del grupo y se acercan ellos solos a Jesús. Su petición no es una súplica sino una ridícula ambición: «Queremos que hagas lo que te vamos a pedir». Quieren que Jesús los ponga por encima de los demás.

Jesús parece sorprendido. «No sabéis lo que pedís». No han entendido nada. Con paciencia los invita a que se pregunten si son capaces de compartir su destino doloroso. Cuando se enteran de lo que ocurre, los otros diez discípulos se llenan de indignación contra Santiago y Juan. También ellos tienen las mismas aspiraciones. La ambición los divide y enfrenta. La búsqueda de honores y protagonismos interesados rompen siempre la comunión de la comunidad cristiana. El hecho es tan grave que Jesús «los reúne» para dejar claro cuál es la actitud que ha de caracterizar siempre a sus seguidores.

Los discípulos conocen sobradamente cómo actúan los romanos, «jefes de los pueblos» y «grandes» de la tierra: tiranizan a las gentes, las someten y hacen sentir a todos el peso de su poder. Pues bien, «vosotros nada de eso. El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». La grandeza no se mide por el poder que se tiene, el rango que se ocupa o los títulos que se ostentan. Quien ambiciona estas cosas, en la Iglesia de Jesús, no se hace más grande sino más insignificante y ridículo. En realidad, es un estorbo para promover el estilo de vida querido por el Crucificado. Le falta un rasgo básico para ser seguidor de Jesús.

En la Iglesia todos hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado, sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro modelo es Jesús. No vivió nunca «para ser servido, sino para servir».

Si de veras creemos que «nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos» entonces también nos esforzaremos en ofrecer un servicio de calidad humana y de competencia profesional con nuestro trabajo, lleno de un profundo sentido cristiano de servicio. Y sólo desde el servicio a los más necesitados seremos capaces de cambiar el mundo tal como nos lo propone el lema del DOMUND de este año.