Si el desaliento te abate, medita; la serenidad confortará tu espíritu y te hará más sabio para el futuro.
Si estás enojado no te alteres, pon en la herida un poco de bondad, y castiga al culpable, con toda la ternura que en ese momento tengas en tu corazón.
Si el odio quiere alcanzarte, sonríe y perdona. Tu amor ha de ser poderoso, muy poderoso, por eso Dios te dio el suyo para que veas hasta qué punto es poderoso el amor.
Si la envidia pretende trabar tus pasos, elévate, vuela sobre ella y piensa los muchos dones que has recibido tú de Dios. Los envidiosos son la polilla que todo lo corroe y lo estropea. Así que apártalos de ti.
Si la indiferencia te rodea, derrótala con una sonrisa y pon manos a la obra. Y se consciente de que la situación en que se encuentra la otra persona puedes padecerla tú mañana.
Amplía tu espíritu de en un anhelo de comprensión, y tu palabra logrará penetrar hasta lo más íntimo de tus hermanos. No juzgues a nadie, las propias obras y el tiempo lo juzgarán.
Si el dolor se ceba en ti, transfórmalo en luz, en luz de la experiencia, y en el camino tropezarás menos y además sabrás ayudar mejor a los demás. Se Cirineo, porque quizás necesitarás también un dia tú un Cirineo.
Si un laurel del triunfo te alcanza, ¡alerta! Permanece sereno. Sé aún más sencillo. El orgullo puede destruir tu obra y tu vida. Los triunfos de este mundo son como el humo.
Si el silencio resuena a tu paso, alégrate. La soledad te dará alientos para volver y proseguir tu labor con tranquilidad. En la soledad es donde crecen, se desarrollan y se realizan las personas y los seguidores de Cristo, porque en esa Soledad nunca estás solo.
Con todo esto conseguirás esa paz interior tan necesaria en nuestras almas y además aprenderás a relativizar todo lo que perturbe tu paz interior. Habrás conseguido ni más ni menos que la paz interior que Jesús tenia. ¿Te parece poco?