domund_2019

Hoy es el primer domingo de octubre, el mes misionero por excelencia. Un mes que comienza con la memoria de santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, y en el que se celebra además el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, el Domund. Un misionero es aquel que, allá donde va, lleva la fe cristiana, el Evangelio. Este domingo, la Palabra de Dios nos habla precisamente de la fe.

1. En la primera lectura escuchamos el lamento del profeta Habacuc ante las desgracias que suceden a su alrededor y ante el escándalo que produce el aparente silencio de Dios. El profeta acude a Dios pidiéndole auxilio ante las injusticias y la violencia. Sin embargo, la respuesta de Dios no ofrece una solución a sus problemas, como el profeta espera, sino que le invita a perseverar en la fe. Dios no permanece indiferente ante los sufrimientos de los hombres, sino que anuncia un castigo para los injustos, mientras que «el justo vivirá por su fe». Es la fe la que salva al creyente. Una fe que es confianza en Dios y que proviene del amor de Cristo. Muchas veces hemos oído expresiones tales como: «Yo tengo mucha fe a tal santo o a tal imagen de Cristo o de la Virgen». Es hermoso tener devoción a un santo o a una advocación de María. Pero la fe no es un sentimiento o una devoción particular, sino que implica la vida entera, es un encuentro con Cristo, con la misericordia de Dios. No podemos decir que tenemos fe si nuestra vida no cambia según nos enseña el Evangelio. Por eso, la respuesta de Dios a Habacuc no es la solución de sus problemas, sino la confianza en un Dios que ama y que está al lado del que sufre.

2. En el Evangelio de hoy encontramos la petición que los discípulos hacen a Jesús: «Auméntanos la fe». Los discípulos reconocen que su fe es débil y pobre. Han escuchado a Jesús predicar y lo han visto hacer milagros muchas veces, lo siguen de veras, pero en el fondo de su corazón no tienen todavía la confianza plena en un Dios que quiere que le entreguemos toda nuestra vida. La respuesta de Jesús es una invitación a no preocuparse por la cantidad de fe, o de su tamaño, sino a buscar una fe verdadera, auténtica, que concuerde con nuestras palabras y acciones. Por eso les dice que aunque su fe sea pequeña como un grano de mostaza, una semilla diminuta que es fácil de perder, si es auténtica serán capaces de mandar a una morera arrancarse de su lugar y plantarse en el mar. No es la cantidad de fe lo que importa, sino la autenticidad. Jesús explica a continuación, con el ejemplo del amo y el criado, que la fe consiste no en esperar que Dios haga lo que nosotros le pedimos o le mandamos, sino en servir a Dios con sencillez, reconociéndolo como Señor de nuestra vida y de nuestra historia.

3. La fe es servicio. Como Jesucristo ha hecho con nosotros, lavándonos los pies y dando su vida en la cruz, así hemos de hacer también nosotros. San Pablo exhorta a Timoteo a que no avergonzarse de Dios cuando lleguen las dificultades, sino que tome parte en los trabajos por el Evangelio, pues es Dios quien da su fuerza a los que tienen fe, una fuerza capaz de mover una morera hasta plantarla en el mar sólo con la palabra. Que Dios haga de nosotros instrumentos que lleven su palabra allí donde vayamos, como auténticos misioneros de su Evangelio.