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Con la llegada del mes de mayo, tiene lugar en nuestras parroquias la participación por primera vez de un buen número de niños en el sacramento de la Eucaristía, “la primera comunión”, como solemos decir. Es cierto también que la participación de los niños en la catequesis y en las celebraciones de la Eucaristía han experimentado una baja considerable en estos primeros años del siglo XXI. Quisiera pensar que esta baja obedece a la desaparición de un cristianismo social heredado de épocas pretéritas y que los niños que ahora se acercan al sacramento de la Eucaristía lo hacen por convicción, al menos por parte de sus familias. Pero la verdad es que no es así. La mayor parte de las primeras comuniones que celebramos tienen lugar por lo que todavía queda de inercia de otros tiempos.

También he podido observar una diferencia notable –a la baja– entre el número de niños y niñas bautizados y los que después hacen la primera comunión. Aunque todavía pese la inercia de épocas pasadas, cada vez menos, ¿no debemos aprovechas la situación para dar mayor impulso a la evangelización y a la fuerza del sacramento? ¿Por qué hacer la primera comunión?, ¿por qué los niños han de participar en la Eucaristía? Hay dos palabras de Jesús que nos ayudan a entenderlo:

En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí (Jn 6,53-57)

«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios» (Mc 10,14).

No podemos privar a los niños de la relación vital con Jesucristo, y ésta, que se inicia con el Bautismo, re refuerza con la Confirmación y se consolida plenamente en la Eucaristía, cuya participación en ella no puede reducirse a una sola vez. El razonamiento de algunos padres: «Ahora lo bautizamos, después, cuando él sea mayor, si quiere, ya hará la primera comunión, no es correcto, ya que el Bautismo inicia un proceso de crecimiento y maduración en la fe cristiana. El Bautismo nos introduce y nos hace participar en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo; nos constituye en miembros de la Iglesia, que es lo mismo que decir en miembros del Cuerpo de Cristo. ¿Qué sentido tienen entonces dejar de recibir como don y alimento el Cuerpo de Cristo entregado por nosotros? Podemos apuntar a una tercera razón bíblica: el mandato de Jesús: «Haced esto en conmemoración mía» (Lc 22,19). En este mandato, dirigido a toda la comunidad cristiana, que se reúne para celebrar la Santa Cena y actualizar así el sacrificio de la cruz, también están incluidos los niños.