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Tradicionalmente en nuestras latitudes el mes de mayo ha sido dedicado a la Virgen María de una manera especial – en el hemisferio sur se le dedica el mes de noviembre porque allí es primavera en esas fechas. Mayo es conocido como el “Mes de María”; la primavera bien arraigada ya, la bonanza del tiempo y la abundancia y el colorido de las flores contribuyen a dar más belleza al recuerdo de nuestra Madre celestial. Todos tenemos o hemos tenido una madre en la tierra, pero también tenemos una Madre en el cielo: Jesucristo nos ha querido dar a su propia Madre como Madre nuestra al confiarla al discípulo amado al pie de la cruz: «Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19,25-27).

El discípulo amado, que la tradición identifica con san Juan Evangelista, es el modelo de cómo ha de ser todo discípulo de Jesús: si él recibe a la Madre de su Maestro y Salvador en su casa, nosotros también debemos seguir su ejemplo: hemos de acoger a la Santísima Virgen en nuestra vida como acogemos al mismo Jesús. Éste es el cimiento de la devoción mariana de la Iglesia. En una línea semejante, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice de los primeros discípulos: «Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos» (Act 1,14).

María continúa estando presente entre nosotros como lo estuvo en la Iglesia primitiva, por eso, los cristianos, llenos de devoción, oramos con María.

En este mes de mayo, dedicado a la Santísima Virgen, nuestra Madre del cielo, ¿cuál es el mejor regalo que le podemos ofrecer? Vivir fielmente como ella vivió y seguir y obedecer las enseñanzas de Jesús: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5), dijo a los siervos de las bodas de Caná, quienes salieron así de un impase. Y es que si cumplimos lo que la Palabra de Dios nos dice encontraremos la vida.