Vivimos en un mundo incierto, la situación de pandemia se prolonga sin que veamos una solución efectiva, la crisis económica que este hecho ha comportado, la complejidad de la situación política en la que estamos inmersos y los interrogantes que se abren en Europa y en el mundo en general así nos lo manifiestan. Mientras tanto, la sociedad, imbuida en el materialismo, se empeña en vivir alejada de Dios. Parece como si el género humano no encontrara mejor solución para sus problemas que crear otros nuevos y más graves aún. En la época del profeta Sofonías, Israel se hallaba en una situación internacional complicada, presionada por la amenaza del avance del Imperio Babilónico y las alianzas que había establecido con Egipto. Tanto o más que nosotros, nuestros padres en la fe vivieron momentos difíciles.
Pero la Palabra de Dios nos trae un mensaje de esperanza, porque nos revela que es el Señor, y no los hombres, quien guía la historia hacia su término. Por eso, su mensaje es una invitación a vivir la alegría de la fe, mientras esperamos la plena manifestación del Dios salvador: «Alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos». En este mismo sentido, remacha el clavo el apóstol cuando nos exhorta a vivir contentos en el Señor y a no inquitarnos lo más mínimo, mientras fomentamos el diálogo con Dios a través de la oración.
Ser portadores de esperanza y alegría, ésta es nuestra misión como discípulos de Jesucristo: «Que vuestra mesura la conozca todo el mundo», nos indica san Pablo. Esta mesura se realiza al compartir y obrar con justicia y amor. Ante la pregunta de la gente, «¿entonces, qué, hacemos?», Juan Bautista no se va por las ramas con teorías abstractas, sino que da respuestas muy concretas: compartir los alimentos con quienes no tienen comida, proporcionar ropa a quienes no disponen de ella, respetar a los demás en el trato cotidiano, contentarnos con lo que tenemos y dar gracias a Dios, sin actuar con violencia y egoísmo para obtener más y satisfacer nuestras ambiciones. Son respuestas idóneas también para nosotros, que más de una vez nos habremos preguntado qué es lo que debemos hacer para seguir a Jesucristo y obrar el bien, que es lo que le agrada al Señor y Él espera de nosotros. Mientras preparamos su venida, a lo largo del Adviento organizamos las campañas de Cáritas a favor de los más necesitados, cuyo número crece cada día por desgracia; con este gesto, que ha de extenderse también a otras épocas del año, manifestamos que el Señor se acerca, que reconocemos su presencia en nuestros hermanos, y aportamos al mismo tiempo al mundo un poco más de luz, de calor humano y de esperanza.