Quiero compartir con nuestras comunidades cristianas en estas Navidades un artículo que a mi parecer recoge el drama de la emigración y de las fronteras, tan presente y preocupante en nuestros días. Nuestro Señor fue emigrante y en el tercer milenio seguimos tratando al emigrante igual o peor que en tiempo de Jesús. Recojo textualmente el planteamiento del Editorial de la Revista Misionera Africana Mundo Negro de este mes de diciembre:
«En la naturaleza no existen fronteras, es el ser humano el que crea estas «cicatrices de la historia» –como dijo Robert Schuman–. Al crearlas, renuncia a su condición cosmopolita de ciudadano del mundo para convertirse en extranjero cada vez que atraviesa una línea consensuada e imaginaria. El ser humano crea también fronteras mentales, mucho más numerosas y peligrosas que las físicas. Casi siempre excluyentes, estas fronteras invisibles son responsables de todas las formas de racismo, xenofobia, homofobia, aporofobia (odio o rechazo a los pobres), tribalismos y tantas otras divisiones que envenenan la convivencia entre las personas. El río Senegal se convirtió en frontera en 1960 para mauritanos y senegaleses. Antes era solo un río. A finales de los años 80, esta frontera física fue la excusa para que se desencadenara un conflicto que provocó 250.000 desplazados. El océano Atlántico, que baña las Canarias, es la frontera física que estos días cruzan miles de personas, generando una nueva crisis migratoria en el archipiélago. No será la última porque, como ya hemos escrito aquí, mientras existan injusticias y desigualdades extremas entre las regiones del mundo, ninguna frontera podrá detener a quienes buscan vivir y crecer con dignidad. Aunque las personas migrantes han encontrado en Canarias gente de buena voluntad, en conjunto la acogida está siendo deficiente debido a las restrictivas políticas migratorias española y europea. En la encíclica Fratelli tutti, el papa Francisco resume en cuatro verbos la actitud que, como cristianos, debemos asumir frente a las personas migrantes: acoger, proteger, promover e integrar. El Papa invita a recorrer juntos un camino «para construir ciudades y países que, al tiempo que conservan sus respectivas identidades culturales y religiosas, estén abiertos a las diferencias y sepan cómo valorarlas en nombre de la fraternidad humana». Estas palabras pueden parecer idealistas, y lo seguirán siendo mientras no desmantelemos nuestras fronteras mentales. No es fácil porque, como escribe Francisco, «nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones», y no queremos salir de nuestra zona de confort.
El 16 de noviembre, el Frente Polisario, movimiento político y armado de Sahara Occidental, rompió de forma unilateral el alto el fuego con Marruecos acordado en 1991. Aunque Marruecos ha negado la ruptura del alto el fuego y no se espera que la tensión crezca en las próximas fechas, debemos recordar que ningún conflicto es justo y la violencia jamás aporta soluciones. No obstante, MUNDO NEGRO considera que la ocupación en 1975 de Sahara Occidental por Marruecos, con la complicidad de España, es ilegal y abusiva. Hasta ahora, la ONU se ha mostrado incapaz de organizar el referéndum de autodeterminación comprometido en el único territorio africano pendiente de descolonización. El pueblo saharaui lleva 45 años bajo ocupación militar o exiliado en el desierto argelino mientras asiste impotente al saqueo y explotación de sus riquezas, de la que también participan y se lucran empresas españolas. Lo muestra el reciente documental Ocupación S.A., fruto de un trabajo de investigación periodística codirigido por el colaborador de MUNDO NEGRO, Sebastián Ruiz-Cabrera.
Esperamos celebrar muy pronto la Navidad, la solemnidad del Dios con nosotros. No esperamos una vacuna salvadora, sino al Salvador mismo. Viene como luz de todos los pueblos y, si lo acogemos, nos ayudará a ser conscientes de la insensatez de todas nuestras fronteras. ¡Feliz Navidad!»