nacionalismeiFe

Ante la ausencia, en muchas ocasiones, de visiones sobre la realidad que nos rodea basadas en la fe y en la moral católicas, y ante el peligro siempre constante de que nuestra ignorancia en estos temas se nos vuelva atrevida, quiero ilustrar con los textos de nuestra verdadera Fe el porqué del título escogido para esta breve reseña pastoral. Creo que esto nos preservará de concepciones ilusorias e ingenuas y, sobre todo, nos permitirá despertar todavía más para así remar todos en la misma dirección en el mar de la Nueva Evangelización. Y si no quisiéramos abrir los ojos a la realidad, daríamos al menos un paso a un lado para dejar actuar a las almas misioneras que pueden revitalizar a nuestra Iglesia (este quiero que sea el objetivo final: la misión, el apostolado). El cuarto mandamiento de la ley de Dios nos manda honrar a nuestros padres, y el Catecismo de la Iglesia nos lo explica de la siguiente manera:

El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones con sus padres, porque esta relación es la más universal. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar. Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados. Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan. Este mandamiento implica y sobrentiende los deberes de los padres, tutores, maestros, jefes, magistrados, gobernantes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una comunidad de personas.

San Pablo nos recuerda que toda autoridad procede de Dios (cf. Rm 13, 1-2), ya que es Él el que dispone de sus criaturas y nos cede en ocasiones la responsabilidad. Estamos llamados a cumplir el cuarto mandamiento, y vemos así que existe siempre una autoridad previa a nosotros, o que ya ha llegado a nuestras manos para ser ejercida con sabiduría. Nunca podremos nosotros crear artificialmente una supuesta autoridad. Este es el principal talón de Aquiles del actual nacionalismo en nuestra tierra. Etimológicamente la autoridad es la capacidad de aumentar, promover o hacer crecer algo. Es una cualidad creadora del ser así como de progreso. Viendo todo lo dicho entendemos nuestro deber de cumplir con el cuarto mandamiento rechazando siempre cualquier tipo de revolución.

Llegamos a la conclusión de que existe una verdadera autoridad, que muchas veces no se usa del todo bien, pero como católicos a nosotros nos toca cumplir el cuarto mandamiento iluminando con la fe todas las relaciones sociales (visión sobrenatural, que no quietista). También diferentes datos en el plano religioso nos alertan del peligro del nacionalismo, que es la exaltación del sentimiento subjetivo frente a la augusta autoridad (que viene de Dios). Ésta última implica otro término para referirse al país, a la sociedad: el de patriotismo, que procede de padre, paternidad. En cambio nación viene de nacimiento, de lugar de nacimiento, así que exalta más el dato accidental que la realidad profunda. El nacionalismo, hoy, se ha convertido en un elemento revolucionario, y es y ha sido siempre un ídolo que ha excluido a Dios. En las zonas de nuestro país donde no hay nacionalismo (quizás tampoco haya patriotismo) la religión cristiana ha podido permanecer más viva. Pueden comprobar las cifras de vocaciones o de alumnos de religión por comunidades autónomas. Ante estos desafíos acudamos a nuestra doctrina cristiana, edifico firme de la verdad revelada por Dios, para entendernos mejor como hombres y como conjunto de familias, y así, libres por la verdad servir a la causa de la evangelización.

1 reply added

  1. Montserrat 28/09/2017

    Que el Pare us ompli de benediccions germà, per pensar tant en el nostre poble cristià i català, us tindré present en les meves oracions del dia d’avui.

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