La Eucaristía es el centro de la vida cristiana, a nivel personal y comunitario. Sin la Eucaristía nuestra fe no tendría razón de ser y el mundo perdería el motivo fundamental para la esperanza; por eso quisiera considerar un tema sobre el que hay mucha confusión y es preciso clarificar.
A veces algunas personas me dicen que encuentran «la Misa aburrida», o que «la Misa tendría que ser más divertida». Bien entendida, la primera objeción todavía tiene algún fundamento, pero lo que no se sostiene es la propuesta de hacer la Misa más divertida. Nuestra época valora mucho los aspectos, espacios y tiempos lúdicos de la vida, lo cual está bien; pero a veces también tiene una confusión de ideas y pretende aplicar el esquema del juego y la diversión a unos ámbitos que no le pertenecen. Y uno de ellos es la Liturgia de la Iglesia, ámbito sagrado que nos relaciona con la Trascendencia divina. Aunque de niños algunos habíamos jugado «a decir misa», e incluso lo hacíamos con devoción, ya que a través del juego los niños imitan el mundo de los adultos, no podemos pretender convertir la Misa en un juego infantil. Hay muchas otras dimensiones de la vida que los niños imitan cuando juegan y no por eso los adultos las convertimos en un juego.
Por otro lado, el verbo «divertir» originariamente significa divagar, salir del camino, desviarse, «dispersarse». Y lógicamente éste no es el sentido de la Eucaristía, que no nos pide desviarnos del camino de la vida y dejar de lado la realidad de nuestra existencia mientras estamos en la celebración, sino todo lo contrario, nos pide integrar fe y vida. La noche antes de su Pasión, Cristo no dijo a sus discípulos: «Haced esto, que será muy divertido», sino «Haced esto en conmemoración mía». La finalidad de la Misa no es divertirnos, sino ponernos en comunión con Dios a través de la obra de Cristo, alimentar nuestra oración, la vida espiritual y la fraternidad con los hermanos. El sacerdote tampoco es un «showman», sino un hombre de Dios que está junto a sus hermanos. Si alguien busca diversión en la Misa, se decepcionará; en todo caso le aconsejo que la vaya a buscar a otro sitio, como el teatro, el cinema, el circo o la discoteca, donde sí podrán encontrar diversión.
Otra cosa es disfrutar de la Misa y en la Misa, gozar de la celebración. La Eucaristía tiene esta dimensión de fruición y de gozo, que no es lo mismo que diversión, sino que apunta a algo más profundo. Naturalmente, aunque no nos divirtamos en Misa, sí que podemos y debemos disfrutar. Porque «disfrutar» quiere decir «sacar fruto»; y en la Misa Dios nos da los frutos de la salvación. También hemos de gozar y alegrarnos, porque Jesucristo ha venido a traernos la Buena Noticia. Evidentemente, la base para el gozo y la fruición de la Eucaristía está en el don de Dios y en las disposiciones que tengamos para recibirlo; para ello será de gran utilidad la lectura de 1 Corintios 11,17-34, el primer texto de la Biblia que se escribió sobre la Santa Cena del Señor, en el que el Apóstol San Pablo nos da unos criterios válidos para todos los tiempos.