En el mes de Octubre la Iglesia nos sensibiliza a los fieles sobre la realidad de la misión, que es inherente al cristianismo. Antes de su Ascensión a los cielos, el Señor Jesús dijo a sus discípulos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). La misión nos lleva a difundir el mensaje de Jesucristo y a hacer presente su Reino en el mundo. La Iglesia ha de servir a la humanidad, y el mejor servicio que puede prestarle es darle a conocer el amor que Dios nos tiene, comunicarle la enseñanza de Jesucristo y manifestarle su obra redentora, porque «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tm 2,4). En esta jornada del Domund, el domingo mundial para la propagación de la fe os propongo la lectura de dos documentos contemporáneos que han sido magistrales por lo que respecta a la acción misionera de la Iglesia en la que está involucrada la vida de todo cristiano: se trata del decreto Ad gentes (1965), del Concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia, y la Exhortación Apostólica del Papa san Pablo VI Evangelii nuntiandi (1975), sobre la evangelización en el mundo contemporáneo, textos que en ningún momento han perdido su actualidad.
Debemos recordar siempre en nuestras oraciones las intenciones de la Iglesia misionera y ayudar económicamente a las misiones, a través de las cuales tantos hermanos nuestros, sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares llevan el mensaje del Evangelio de la salvación y trabajan por la promoción humana y cristiana en todo el mundo. Al mismo tiempo hemos de orar también por las vocaciones misioneras y por las vocaciones autóctonas de los países que llamamos “de misión” que ahora, sin embargo, empiezan a misionarnos a nosotros, creyentes que habitamos en el territorio de la vieja cristiandad.
I asimismo hemos de tener presente que nosotros también somos misioneros, que propagamos la fe y difundimos el Evangelio allí donde vivimos. Después de curarlo, Jesús dijo al endemoniado de Gerasa: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti» (Mc 5,19). Y el evangelista continúa diciéndonos: «El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él» (Mc 5,20). Para la mayoría de los cristianos ésta es la vocación a la que Dios nos llama y que debemos realizar: ser misioneros y evangelizar allí donde vivimos.