Hoy celebramos una fiesta importante: la Ascensión. Significa que Jesús, después de resucitar y de presentarse vivo a los discípulos durante unas semanas, subió al cielo y desde entonces y para siempre Jesús está con el Padre del cielo. Eso es lo que significa «ASCENSION» (subir, como un ascensor que sube, o un excursionista que hace la ascensión a una cumbre, o un equipo que consigue el ascenso a la división superior).

Este misterio hay que verlo en continuidad con la resurrección: En él se consuma el nuevo tipo de presencia del Señor glorioso. Unido para siempre a su humanidad gloriosa, ocupa su lugar a la derecha del Padre. Su presencia se universaliza en todos los miembros de su Iglesia, a la que ha confiado la responsabilidad histórica de construir el Reino por la virtud del Espíritu que promete y envía. Por lo tanto el Señor glorioso esta en el cielo, junto con el Padre, pero no estamos solos, porque él lo prometió «Cuando venga el Espíritu de verdad, los iluminará para que podáis entender la verdad completa. Jn 16,13″.

Va a cumplirse la promesa del Señor, por el Don de su ESPÍRIRTU vivimos en Cristo, nos configuramos con él, y nos convertimos en sus testigos. La mentalidad de los Apóstoles y de la nuestra, porque somos Iglesia, necesita aún la purificación interior del ESPÍRITU, para vivir en paciente y activa esperanza ante el imprevisible retorno del Señor. El gran fruto del ESPÍRITU, es una gracia transitiva, es decir hereditaria, es convertirnos en testigos veraces, valientes y creíbles de Cristo: Nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen somos testigos de todo esto. Hech 5,32. La Ascensión del Señor Lc 24,50 Jesús se va bendiciendo y permanece en la bendición. Sus manos quedan extendidas sobre este mundo. Las manos de Cristo que bendicen son como un techo que nos protege, nos cuida, nos mira con amor y misericordia. Pero son al mismo tiempo un gesto de apertura que desgarra el mundo para que el cielo penetre en él y llegue a ser en él una presencia. Y su bendición es el ESPÍRITU SANTO que nos acompaña porque no nos abandona: Estará con nosotros todos los días hasta el final. (Mc 28,20)

Por tanto, ¿podemos orar por la venida de Jesús? ¿Podemos decir con sinceridad: ¡Ven, Señor Jesús!? Si, podemos y debemos. Pedimos anticipadamente de su presencia renovadora del mundo. En momentos de tribulación personal le imploramos: VEN, SEÑOR JESÚS, acoge mi vida en la presencia de tu poder bondadoso y misericordioso. Pidámosle que se haga presente con eficacia en su Iglesia.

Y les dijo:

Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará, pero el que no crea se condenará… (Mc 16,15)

es la alegría cristiana nos cabe preguntarnos si anunciamos que Cristo vive, nos acompaña y está presente con nosotros? Es la misión de la Iglesia y tú eres Iglesia

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