veritasliberabitvos

Con el tiempo que ya llevamos, nos hemos dado cuenta de sobras que el siglo XXI se caracteriza por la aceleración en los avances que se produjeron en el siglo XX en el campo científico-técnico; podemos decir que estamos en un progreso imparable. La pandemia y la lucha contra ella, la exploración del Sistema Solar –que ha tenido en Marte un hito muy reciente e importante y el desarrollo de las nuevas tecnologías son una buena muestra de ello. Sin embargo, este progreso nos ha llevado a una especialización que ha causado la fragmentación en todos los ámbitos del saber. Hoy día el conocimiento humano se caracteriza por una concreción que nos lleva a conocer mucho sobre una cuestión y ser ignorantes, en cambio, sobre temas de otras áreas. La época de los sabios, de aquellos que tenían una gran experiencia, cultivaban todos los campos del saber y que, por medio de la filosofía, reflexionaban sobre la ciencia y el conocimiento, que tenían una sabiduría universal, ya hace tiempo que pasó a la historia. En nuestra época podemos aspirar a tener una cultura general, pero ni de lejos con la profundidad que caracterizaba a los sabios. Por desgracia, esta fragmentación, nos ha conducido a la crisis de la metafísica, al relativismo epistemológico y moral, a un conocimiento pragmático y a una crisis de la filosofía sin precedentes, donde se proclama que ya no hay verdades absolutas o que la única verdad absoluta es que ya no hay esta clase de verdades. Ahora bien, ¿puede fragmentarse la verdad?, ¿se puede reducir el conocimiento a una herramienta práctica?, ¿alguien puede decir con fundamento frases como éstas: «Esto es verdad para ti, pero no para mí» o «Es tu verdad, pero no la mía»? La verdad solo puede ser una y única para todos; ciertamente, podemos tener diversas apreciaciones según sea nuestra perspectiva, que estará condicionada por la cultura, la formación, la edad y muchos otros factores, pero todos nos aproximamos a la misma y única verdad. La verdad solamente puede ser una porque se cimienta en la unidad del ser, siendo una manifestación suya. Por tanto, no hay verdades fragmentadas que lo son para unos y no para otros. La verdad lo es siempre para todos, es universal. Pero hoy vivimos en la época del relativismo en la que se imponen los caprichos personales. El pragmatismo que contamina el conocimiento humano provoca que cada cual se considere medida y verdad de sí mismo siguiendo sus propios intereses y los dictados de la moda. ¿No lo vemos reflejado tal vez en la promulgación de determinadas leyes que, en lugar de regular la convivencia y el bien común parecen dar carta de naturaleza a veleidades caprichosas, cuando no a alteraciones monstruosas de la realidad? Y todo eso insensiblemente nos va conduciendo a la ignorancia y a la esclavitud. A la ignorancia porque perdemos los puntos de referencia que nos posibilitan el conocimiento auténtico de la realidad, y a la esclavitud porque la frivolidad y los caprichos acaban pasando factura y cobrándose un precio muy elevado. Con toda razón afirmaba Jesús que «quien peca es esclavo». Ahora, más que nunca, necesitamos conocer la verdad, para darnos cuenta de que ella es la única que nos hará libres y nos dará un marco de referencia en el que podremos movernos y desarrollar nuestra libertad personal en comunión con otros hermanos también libres. Desde el inicio de la predicación cristiana hasta nuestros días, millones y millones de personas han descubierto que sólo Jesucristo nos da a conocer la verdad que nos hace libres.