En este tiempo de Navidad, la Iglesia nos invita a mirar a la Sagrada Familia de Nazaret: Jesús, María y José. Su vida sencilla, marcada por el amor, la fe y la obediencia a la voluntad de Dios, se presenta como un modelo para nuestras familias cristianas. La Sagrada Familia vivió en un contexto humilde, enfrentando desafíos y pruebas como las que muchas familias experimentan hoy. Para la Sagrada Familia fueron pruebas muy difíciles y duras: el nacimiento de Jesús en la pobreza, la huida y exilio en Egipto por la persecución de Herodes y los sacrificios diarios de la vida en Nazaret. Sin embargo, en medio de estas dificultades, Jesús, María y José fueron un reflejo de unidad y confianza en Dios.

María, con su sí incondicional a Dios (“Hágase en mí según tu palabra”), nos enseña la importancia de la entrega generosa y la fe inquebrantable. José, el padre trabajador y protector, nos recuerda el valor del servicio y la responsabilidad como cabeza de familia. Jesús, siendo el Hijo de Dios, vivió en obediencia y amor hacia sus padres terrenales, enseñándonos el respeto mutuo que debe reinar en los hogares.

Hoy, en una sociedad donde la institución familiar enfrenta tantas amenazas, la Sagrada Familia nos muestra que es posible vivir el amor verdadero, superando las pruebas con fe, diálogo y oración.

Las familias cristianas están llamadas a ser pequeños santuarios de amor, donde se cultiven los valores del Evangelio, se eduque a los hijos en la fe y se viva una solidaridad auténtica con el prójimo. Pidamos a Jesús, María y José que nos ayuden a convertir nuestras familias en reflejo de la suya, para que sean lugares donde reine el amor, la paz y la presencia de Dios. Que nuestras familias sean, como Nazaret, testimonio vivo del Reino de Dios en el mundo.