La Epifanía es mucho más que la visita de unos sabios de Oriente al Niño Jesús. Esta solemnidad nos invita a contemplar un gran misterio: Dios se revela a toda la humanidad, sin fronteras ni distinciones. Aquella estrella que guio a los Reyes de Oriente simboliza la luz de Cristo que ilumina a todos los pueblos y naciones, ofreciendo esperanza en un mundo marcado con frecuencia por la oscuridad. Los Reyes, con sus regalos, reconocen en aquel Niño al Salvador. Representan a todos los hombres y mujeres que, a lo largo de la historia, han buscado sinceramente la verdad i han encontrado en Jesús la respuesta a sus anhelos más profundos. Su peregrinación nos enseña que, a pesar de las dificultades, merece la pena seguir la luz que Dios pone en nuestro camino. Este año 2025, marcado por el Jubileo de la Esperanza inaugurado por el Papa Francisco en la víspera de Navidad, nos llama especialmente a vivir con la confianza puesta en Dios. Este jubileo nos recuerda que la esperanza no es una simple aspiración humana, sino un don que nace del encuentro con Cristo, quien transforma nuestras vidas y las llena de sentido.
La fiesta de la Epifanía nos recuerda que nadie está excluido del plan de salvación de Dios. El mismo Jesús que acogió a los magos, a pobres y a ricos, a cercanos y a lejanos, nos llama hoy a vivir esperanzados. En un mundo tan dividido, la Epifanía nos invita a trabajar por la unidad, reconociendo que unos somos hijos de un mismo Padre y otros están llamados a serlo, porque todos hemos sido creados por Dios a su imagen y semejanza.
Dejemos que la luz de Cristo guíe nuestras vidas, como guio a los Reyes de Oriente. Llevemos esperanza a los corazones cansados, generosidad a los necesitados y amor a los que nos rodean. Así como aquellos magos, nosotros también podremos regresar a nuestros caminos «por otra ruta», renovados por el encuentro con el Señor. Que esta Epifanía nos inspire a ser estrellas luminosas que orientan, testigos del amor y de la esperanza que Dios nos ofrece en Jesús.