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En las puertas de la Semana Santa, el relato de la resurrección de Lázaro remarca el paso de muerte a vida realizado en el Bautismo. También nos muestra la ternura de los sentimientos humanos de Jesús. El Evangelio de san Juan nos dice que la resurrección de Lázaro fue el último signo que hizo Cristo antes de su Pasión. Bienaventurado Lázaro, no porque el Señor lo haya devuelto a la vida terrenal, sino porque, por su amistad y su fe en Él, participa ahora en el Reino de Dios de la vida que nunca terminará. Por el Bautismo, nos dice san Pablo, hemos sido sepultados con Cristo en su muerte y se nos abre la esperanza de participar en su resurrección. Al leer el relato evangélico, cada uno puede verse reflejado en la figura de Lázaro.

El fundamento existencial de la fe cristiana es doble: el amor vital y profundo de Jesucristo Salvador hacia cada uno de nosotros y nuestra respuesta a Él, llena de amor y agradecimiento. Al mismo tiempo, debemos reconocer que somos pecadores y estamos heridos y enfermos a causa del mal. Necesitamos ser acogidos por Jesucristo y curados con su misericordia; por eso, humildes y confiados, podemos dirigirle esta súplica: «Señor, tu amigo está enfermo». En situaciones de enfermedad corporal, que nos hacen pensar en las enfermedades espirituales, tenemos experiencia de que el sueño y el descanso nos ha ayudado a restaurar fuerzas y a recobrar la salud. Los discípulos hicieron esta afirmación pensando que Jesús se refería al sueño ordinario, pero sin saberlo, enunciaron una verdad de gran alcance: Quien se duerme en el sueño de la muerte con el Señor Jesucristo se salvará, porque resucitará a la vida eterna.

Para el cristiano, la resurrección no es un acontecimiento extraño que ocurrirá en un futuro incierto, sino que forma parte esencial de nuestra fe. Los cristianos confesamos que la resurrección es el mismo Jesucristo; por eso podemos empezar a gozar de la vida eterna ya en la tierra. No hemos de esperar el paso de muerte a vida cuando nos llegue la muerte clínica, sino que lo podemos experimentar ahora desde el momento en que Jesucristo nos hace vivir unidos a Él. Creer en Él y permanecer unidos a Él es creer que la vida humana tiene un sentido profundo que va más allá de los límites de este mundo visible; es confiar en Dios, que nos lleva en sus manos y guía nuestros pasos. Al entrar en la última semana de Cuaresma y prepararnos intensamente a la celebración de las fiestas pascuales, agradecemos a Dios su don y meditamos acerca de la reconciliación y la vida nueva en el Espíritu que Él nos ha dado por la muerte y resurrección de su Hijo.