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Cada año, en el mes de Noviembre, llega la campaña «Germanor», para la autofinanciación solidaria de la Iglesia diocesana. Con esta jornada, la comunidad cristiana quiere concienciarnos de nuestra responsabilidad en la participación en la economía de la Iglesia. Y lo que decimos de la Iglesia diocesana debemos aplicarlo también a nuestra parroquia. El quinto precepto de la Iglesia dice: «Ayudar a la Iglesia en sus necesidades». ¿Cómo nos responsabilizamos de la economía de la comunidad, que es la economía de todos? San Lucas en su Evangelio nos dice: «Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce,y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes» (Lc 8,1-3). La actividad de Jesús en el anuncio del Reino de Dios necesitaba de un apoyo económico, y hoy sucede lo mismo.

Ciertamente, no parece que este tiempo de crisis sea el momento más propicio para concienciar a los fieles para el sostenimiento de la Iglesia, pero hemos de hacerlo porque la comunidad cristiana lo necesita y porque los que nos llamamos cristianos hemos de cumplir con nuestro deber. Vivimos en época de crisis y deseamos que se termine pronto, pero quiero compartir con vosotros una experiencia que hace tiempo me dejó helado: en el pueblo de mi padre viven unos conocidos, dueños de un estanco y que surten de tabaco las máquinas expendedoras de los bares de la población; pues bien, cada semana recogen más dinero del que recogería la parroquia del pueblo en dos meses; solamente en monedas de euro vi cómo completaban unas diez bolsas de mil euros cada una. ¿Qué significa eso? Sacad la conclusión vosotros mismos: para la Iglesia hay crisis, para el tabaco no. ¿No es una pena quemar tanto dinero en tabaco y ser tacaños en colaborar a la construcción del Reino de Dios? Si eso no nos importa, ¿qué mundo estaremos dejando a nuestros hijos y cómo los estaremos educando? La crisis, ¿no ha venido tal vez porque hemos desplazado a Dios del centro de nuestra vida y de la sociedad y hemos puesto egoístamente nuestro bienestar?

Los católicos en España hemos sido poco educados en la colaboración económica con la Iglesia, porque todo venía subvencionado por el Estado y parecía que la Iglesia era rica y con recursos ilimitados. En otros países, los creyentes saben que han de contribuir al sostenimiento de su comunidad. Nos dice la Biblia «Da al Altísimo como Él te ha dado a ti, con generosidad, según tus posibilidades. Porque el Señor sabe recompensar y te devolverá siete veces más» (Eclo. 35,9-10). Dios nos bendice multiplicando lo que le damos; si sólo le damos miseria, ¿qué podremos esperar obtener?