En el cuarto domingo de Pascua celebramos el domingo del Buen Pastor. La liturgia nos presenta a Cristo resucitado como el Buen pastor que conoce a sus ovejas y les da la vida eterna. La imagen de Dios como pastor aparece en numerosas ocasiones a lo largo del Antiguo Testamento, nosotros, los cristianos, vemos en Cristo a ese Buen Pastor que es capaz de dar la vida. Además, como es costumbre en la Iglesia, hoy celebramos la Jornada mundial de oración por las vocaciones.
Es propio del pastor bueno conocer a sus ovejas. Esta figura la utiliza el mismo Jesús en el Evangelio para referirse al amor que Dios nos tiene. Dios nos ama así: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen». Dios nos conoce hasta lo más profundo de nuestro ser, nos conoce incluso mejor que nosotros mismos. Por eso Él sabe lo que necesitamos y nos conviene. Y así, Él nos puede guiar hacia los buenos pastos. No somos para Dios simplemente uno más de un rebaño inmenso. Cada uno de nosotros somos sus ovejas preferidas. Nos ama con un amor personal. Nos conoce tanto que sabe incluso de nuestros pecados y miserias, por más que queramos ocultarlas ante Él. Nuestros pecados no nos apartan del amor de Dios, sino que este amor divino es tan grande que, a pesar de nuestras faltas y miserias, Él sigue amándonos cada día más. Tan grande es el amor de Dios que, además de ser pastor, es también alimento y comida que nos libra de nuestros pecados. Así, Cristo es en verdad el Buen Pastor que da la vida por nosotros, sus ovejas, para rescatarnos y llevarnos a los buenos pastos del cielo. Al dar su vida en la cruz, Jesús nos ha dado la vida eterna, la vida de la felicidad del cielo, donde no pasaremos hambre ni sed, ni nos hará daño el sol ni el bochorno, como dice la segunda lectura del libro del Apocalipsis. Esta lectura nos presenta a Cristo como el Cordero, en cuya sangre se lavan y blanquean las vestiduras de los cristianos. Un Cordero que es también pastor y que nos conduce hacia las fuentes de agua viva.
En el domingo del Buen Pastor celebramos la Jornada mundial de oración por las vocaciones. Siempre pensamos que la vocación es cosa de curas y monjas, y no es así. La vocación es algo propio de todos los cristianos. El mismo Jesús, en el Evangelio, nos dice que nosotros somos sus ovejas, que escuchamos su voz y le seguimos. Dios cuenta con nosotros, nos llama, y espera que le sigamos. Como un pastor bueno, Cristo nos guía y nos conduce hasta los mejores pastos. Él quiere nuestra felicidad y por eso nos llama. Esta llamada, que es la vocación, es personal, para cada uno. Sólo tenemos que abrir bien nuestros oídos, ponernos a la escucha, y tener la valentía de seguir aquello que Dios quiere de nosotros. Seguro que Él llama a muchos para que le sigan de forma especial, siendo por ejemplo curas, monjas o frailes. Pero no sólo para eso llama el Señor. También llama al matrimonio, a la maternidad o paternidad, a una profesión, a un servicio a los demás. Esta es la vocación de cada uno.
Hoy oramos de forma especial por las vocaciones, pidiéndole a Dios que aquellos a quienes llama para la vida religiosa o sacerdotal escuchen con atención su voz y sean valientes en responder. Pero también oramos para que cada uno sepamos descubrir qué quiere Dios de nosotros. Sigamos al Buen Pastor. Merece la pena seguir a Aquél que ha dado su vida por nosotros y nos ofrece la verdadera felicidad.